EL MURAL CERÁMICO DEL VIADUCTO DE GUADALUPE SUFRE EL DESPRENDIMIENTO DE SUS AZULEJOS



Antonio Ramiro Chico,
Cronista Oficial de la Puebla y Villa de Guadalupe


Aunque  parezca mentira, Guadalupe y la comarca Villuercas Ibores Jara, contó a principio del siglo XX con un proyecto ferroviario, cuyo eje central era el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe y los fosfatos de Logrosán, de ahí el nombre  popular que recibió “fray Fosfato”, amén de una realidad geográfica, que reducía la distancia entre Madrid y Badajoz en 78 kilómetros, con su trazado desde Talavera de la Reina a Villanueva de la Serena de 167 kilómetros[1].


     
Viaducto. Ojos centrales. 1959
Dicho proyecto incluido en el Plan Guadalhorce, publicado en la Gaceta de Madrid, el 6 de marzo de 1926, recibió el impulso del Gobierno de España, presente en la Coronación Canónica de la Virgen de Guadalupe, 12 de octubre de 1928, cuya 3ª sección : Logrosán –Villanueva de la Serena (57 kms.), se inició el 26 de septiembre de 1928[2], con un presupuesto invertido  de 110 millones de pesetas, terminado y listo para funcionar[3]; mientras, que la 2ª sección: Puerto de San Vicente –Guadalupe –Logrosán (51 kms.), se inició el 5 de marzo  de 1930, cuyo primer trozo de 24 kms. : San Vicente  -Guadalupe, con un presupuesto de 350 millones de pesetas, solo se llevó a cabo la explanación del terreno. No ocurrió lo mismo con el segundo trozo: Guadalupe –Logrosán (26 Kms.), que con un presupuesto de 150 millones de pesetas, se ejecutó en  un 84% de la obra, por lo que se invirtió casi la totalidad del presupuesto. Lo mismo ocurrió con la 1ª sección: Calera –Chozas a Puerto de San Vicente (59 kms.), cuyo presupuesto de 120 millones, fue también invertido[4].

     El tramo hasta Guadalupe era quizás el de mayor dificultad por lo accidentado del terreno y las características del mismo, cuyas obras corrieron a cargo de la empresa “Tierras y Hormigones”,  quien levantó el excepcional viaducto sobre el río Guadalupejo, uno de los más grandes entonces de España, de  58 metros de altura y 274 metros de longitud, dedicado a la Virgen de  Guadalupe con una hermosa y grande imagen de la Patrona en el arco central, cuyo presupuesto fue de 22 millones de pesetas[5], aunque según la documentación oficial su coste fue de 13.367.724 pesetas, con una economía en la obra de 1.956.498 pesetas, sobre un presupuesto de 15.324.222 pesetas[6].

    En 1959, el padre Hermenegildo Zamora escribía en la Revista Guadalupe un artículo  bajo el título  El Ferrocarril de  “Guadalupe”, en el que narra las dificultades por las que pasó dicho proyecto (guerra civil, económicas y políticas), que a pesar de reanudarse en 1953, gracias en gran parte a su ministro de Obras Públicas, general Jorge Vigón[7], no sirvió para desarrollar esta comarca de las Villuercas ni el Plan Badajoz, solamente redujo mientras que duró las listas de paro de la época.

MURAL CERÁMICO.

    De esta colosal obra arquitectónica, nos ha quedado en una de sus pilastras, la central, un hermoso mural cerámico vanguardista, que se colocó allí en 1959:

“En una de las pilastras, esbeltas y fornida a la vez, del gran viaducto sobre el rio Guadalupejo la empresa constructora [Tierras y Hormigones], ha colocado un enorme mosaico de azulejos, representando a la Virgen de Guadalupe y a su Monasterio, que si bien no es del agrado del pueblo sencillo por el modernismo de sus figuras, diríamos que es todo un símbolo, cual si la Virgen de Guadalupe, colocada más bien cerca de la base de la colosal pilastra, quisiera como aupar con su presencia los esfuerzos y precaver todo desaliento, ya desde los inicios de la obra”[8].

Mural cerámico de Bienvenida a la Puebla y Villa de Guadalupe, 1959.

Dicho mural cerámico de  4 x 8 metros de alto simboliza  un hito en el camino hacia  Guadalupe, igual que en la Edad Media supusieron los humilladeros para todas aquellas personas que  han pasado delante de él  y han recibido el saludo del “Ave María”, pues aunque había presupuestado otro en la estación de Guadalupe, este no llegó a ponerse[9].

Llama la atención por su tamaño (8 metros de alto), composición y perfección pictórica, que nos recuerda al desarrollo que durante la segunda parte del siglo XX alcanzó la cerámica aplicada a la  arquitectura, como un elemento más de embellecimiento de muros y paredes. Ya no  serán los palacios e iglesias renacentistas y barrocas las que decoren sus estancias, siguiendo la tradición de Niculoso Pisano, sino serán ahora los espacios privados, como los exteriores o vestíbulos de las grandes empresas comerciales o espacios públicos gestionados por distintas instituciones.

Quizás por este motivo el mural de Guadalupe no está firmado, aunque igual que ocurrió en el renacimiento, los alfareros de Talavera de la Reina, se suman también a las nuevas vanguardias, que  inspiraron a Miró y Picasso a través de ese nuevo espíritu contemporáneo, “del Sol” y “de la Luna”, montados en 1956 en la sede parisina de la UNESCO, o el realizado para el aeropuerto de Barcelona, aunque este de Guadalupe tiene la impronta gótica-flamenca que proyecta su propio Santuario y sus obras de arte que contiene (Isembrant o Egas Cueman).

Gracias a su longitud y a su colorido esta obra plana provoca en el espectador una sensación de realidad y movimiento, que nuestro artesano o taller ha sabido plasmar maravillosamente  sobre esos tres planos, donde primeramente representa  con dibujos geométricos la planicie terrenal sobre la que se sustenta el conjunto patrimonial y arquitectónico del Santuario, alterado solamente por el dibujo esquemático de varios árboles y la fuente de la plaza o Pila Bautismal de América.

En segundo plano, el mural nos ofrece una perspectiva lineal del Real Monasterio con su fachada gótico-mudéjar seguido del lado del Poniente con sus torres cuadras y cilíndricas, rosetones, pináculos y almenas, donde el colorido también proyecta esa sensación de profundidad y movimiento.

En un tercer plano, que diríamos celestial, figuran las imágenes de dos ángeles orantes, que nos recuerda a Salvador Dalí, cuando se representa así mismo, en su pintura a la Virgen de Guadalupe.  Corona dicho plano la Patrona de Extremadura y Reina de las Españas, vestida con manto dorado, corona rica y bastón de mando de Alfonso XIII, obsequio que el rey la entregó en su Coronación canónica. Completa  este espacio, las inscripciones del “Ave María” y   el nombre  de “Guadalupe”, en tonalidades de azul y negro. Todo él se desarrolla sobre un fondo de color blanco marfil.

Mural cerámico. Parte superior en la que se aprecia los azulejos desprendidos
Hace unos días,  un vecino de Guadalupe, José Antonio Jorge Cortijo, daba la voz de alarma de que parte del mural se había desprendido del soporte, como se  puede apreciar en la fotografía, aunque solo se han podido rescatar unos cuantos azulejos, cuya medida es de 10 x 10 cms. aproximadamente, lo que si se ha podido apreciar es la numeración correspondiente a cada pieza, pauta primordial para que su colocación fuera la precisa y exacta por parte de los albañiles responsables, siempre bajo la supervisión del maestro azulejero. El propio Felipe II, exigía mediante contrato que Juan Flores, colocara el mismo sus azulejos.

En 2003, fallecía Jacinto Aznar Guimerá, encargado general de la empresa “Tierras y Hormigones”, quien seguramente nos hubiera iluminado sobre la autoría de dicho mural. Su hija Maribel nos ha comentado que su padre se llevó un gran disgusto cuando comprobó que uno de los azulejos que componen el mural, más concretamente en la pierna derecha de uno de los ángeles, le pusieron al revés, alterando la línea del contorno de dicha pierna. Detalle para la historia y que habla del rigor de este  encargado que supo cómo hemos visto economizar y ajustar la obra, lo que quizás posibilitó la fábrica de esta obra que por estar inserta en otra de mayor altura y grandeza ha pasado un poco desapercibida para la historia del arte.

Nuestro alcalde, Felipe Sánchez Barba, consciente  del daño ocasionado, quizás por las filtraciones de agua, nos ha pedido a los cronistas que elaboráramos un estudio, cuya luz es la que hemos expresado, sin tener por el momento, a pesar de la documentación consultada, la autoría de esta obra anónima ni el importe de la misma.

Cierto es, que dicha pieza, merece por su interés histórico-artístico una rápida intervención por las autoridades locales, regionales o nacionales, por ser uno de los ejemplos contemporáneos más destacados de la cerámica aplicada a la arquitectura en Extremadura y que forma parte del patrimonio de Guadalupe[10].



[1] ZAMORA, Hermenegildo, O.F.M., “El Ferrocarril de “Guadalupe”, en Revista Guadalupe, 517-518 (1959) 137-139.
[2] JUÁREZ SÁNCHEZ-RUBIO, Cipriano, “El ferrocarril Talavera de la Reina-Villanueva de la Serena. Un sueño imposible”, en Revista Guadalupe, 827 (2012) 20-29.
[3] PEÑALBA, Fray Genadio de, O.F.M. (Sed. Arturo  Álvarez ), ¿El ferrocarril por Guadalupe o 400 millones tirados al agua?
[4] JUÁREZ SÁNCHEZ-RUBIO, Cipriano, Art. cit, Guadalupe, 827 (2012) pp. 20-29.
[5] [TORREJÓN BALTASAR, O.F.M.], “Noticias de Guadalupe”, en Guadalupe, 505 (1958) p. 137. Zamora dice que el Viaducto mide 75 metros de alto por 300 metros de largo. Aunque según el proyecto custodiado en el Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares el Viaducto tiene 57 m. de altura por 230 m. de longitud.
[6] RAMOS VICENTE, Juan J. El ferrocarril de Talavera de la Reina a Villanueva de la Serena (Historia de una Ilusión. Cáceres, 2015, p.43.
[7] ALONSO [ÁLVAREZ], Fray Arturo, O.F.M., “El ferrocarril Madrid-Badajoz-Lisboa, por Guadalupe”, en A.B.C. Madrid, 5 de febrero de 1958.
[8] ZAMORA, H., Art. cit. p. 138.
[9] RAMOS VICENTE, Juan J., El ferrocarril de Talavera de la Reina a Villanueva de la Serena. (Historia de una ilusión). 2011
[10] SÁNCHEZ PACHECO, Trinidad, Cerámica Española. Summa Artis. T. XLII. Madrid, 1997, pp.332-342 y 579-582.