La condición de Santuario mariano de
Guadalupe y su peculiaridad de Monasterio de la Orden de San Jerónimo han sido,
sin lugar a dudas, un acicate importante para que la iconografía del misterio
del Nacimiento del Salvador se plasmara en cada una de las manifestaciones
artísticas que conforman este Patrimonio de la Humanidad.
Tríptico de la Adoración de los Magos, atribuido a Adrián Isembram |
Siguiendo a San Agustín no debemos
olvidar que el arte de los templos era entonces la Biblia de los iletrados, de
tal suerte, que una de las primeras mariofanías que el peregrino visualizaba
nada más llegar a Guadalupe, eran las puertas de bronce del Santuario, obra de
Paulus de Colonia, siglo XV, en las que se desarrolla un magnífico programa
iconográfico sobre la vida y glorificación de María, como “Puerta para la
Salvación: Yo soy la puerta de las ovejas…Yo soy la puerta; el que por mí
entrare se salvará”.
Por este motivo, el gótico presenta y
enmarca debajo de las arquivoltas de la fachada del Santuario a María, como la
Nueva Eva, Madre de Dios, corredentora y reina del cielo.
La puerta de la izquierda,
simbólicamente la del lado del Evangelio, está dedicada casi al completo al
tempus natalitium: Anunciación, Nacimiento de Jesús, Anuncio a los pastores,
Epifanía o Adoración de los Reyes Magos, Presentación de Jesús en el templo y Huida
a Egipto, mientras que la de la derecha representa la glorificación de María
como verdadera Reina del cielo.
Fachada del Real Santuario con sus puertas de bronce, iluminada por Ferrero Rocher |
Este mismo programa iconográfico de la
infancia de Jesús y de la glorificación de Jesucristo y de su querida Madre se
repite en el Templo (cuerpo de Cristo), especialmente en el Retablo Mayor de la
Basílica con dos ciclos de pinturas del siglo XVII, netamente clasicista; las
del lado del Evangelio, simbólicamente el de la Madre de Cristo, son obras de
Vicente Carducho: Anunciación, Adoración de los Pastores y Adoración de los
Reyes Magos y las del lado de la Epístola, son de Eugenio Cajés: Resurrección,
Pentecostés y Anunciación.
Aunque los jerónimos conscientes de
ese Lucero que brilla tanto de noche como de día sobre las sierras de las
Villuercas, quisieron levantar en 1686 el Sancta Sanctorum de esta Casa, “ya
que todo es poco para el culto que se merece tan prodigiosa Reina, y Emperatriz
del Cielo y Tierra”. Se trata del suntuoso y novedoso Camarín, obra barroca madrileña,
donde luce por igual lo primoroso, simbólico y alegórico, en el que también se
desarrolla un programa iconográfico completo, de exaltación de la vida de la
Virgen María, con nueve lienzos del napolitano Luca Giordano, pintados en 1697
por mandato del Rey Carlos II: Anuncio del Nacimiento de la Virgen, Nacimiento
de Nuestra Señora, Presentación en el Templo, Desposorios de la Virgen y San
José, Visitación, Huida a Egipto, Familia de Nazaret y Asunción de la Virgen.
También en el actual Museo de Pinturas
y Esculturas Antiguas se exhiben varias obras referentes al tempus natalitium,
concretamente: Dos espléndidos Nacimientos de Cristo, siglo XVI, de Juan
Correa; la Adoración de los Magos y Anunciación de María, famoso tríptico de
finales del siglo XVI, por tener representado los rostros de los Reyes
Católicos, Isabel y Fernando, obra atribuida a Adrián Isembram y un pequeño
grupo escultórico del Nacimiento de Cristo, siglo XVII, de estilo barroco y
escuela napolitana.
El esmero y pulcritud con el que se
desarrollaba la liturgia en el monasterio obligó igualmente a la Comunidad
jerónima a instituir su propio taller de bordaduría, activo desde el siglo XV
hasta el siglo XIX, en el que se confeccionaron suntuosos brocados y ornamentos
sagrados por monjes y seglares con inigualable maestría, destinados
principalmente al culto, siendo en la actualidad una de las más ricas
colecciones suntuarias de la Iglesia. También varias piezas de esta rica
colección contienen programas iconográficos del tempus natalitium, como el
famoso Frontal Rico, llamado de la
Asunción, obra del bordador jerónimo fray Diego de Toledo (1483-1495), de
estilo gótico con ciertos influjos del arte neerlandés con siete escenas:
Anunciación de María, Nacimiento de Cristo, Epifanía del Señor, Asunción de
Nuestra Señora, Resurrección de Cristo, Venida del Espíritu Santo. El Frontal de Enrique IV, obra
gótico-flamenca del siglo XV, dedicada a enaltecer la figura de María, con
varias representaciones: Desposorios de María y José, Nacimiento de Cristo y
Presentación de Jesús en el Templo. La
Manga de Cruz, pieza única del bordado guadalupense, llamado vulgarmente
“Trapo Viejo”, del maestro bordador Pero López, en cuyo basamento circular se
desarrollan cinco maravillosas escenas renacentistas: Epifanía del Señor,
Nacimiento de Cristo, Circuncisión de Jesús, Asunción de María y Adoración de
los Magos, todo un canto de alabanza a
María, “tan sutil que parece lo hicieron los ángeles”.
Arco de Sevilla |
Y por último, aunque dentro de la
colección de bordados hay algunas piezas que tienen algún motivo de Navidad,
queremos hacer mención del Frontal de San
Jerónimo, bordado por fray Francisco de Sigüenza en la primera mitad del
siglo XVII, donde se mezclan las líneas renacentistas con modelos netamente
barrocos, aunque las cartelas de las imágenes fueron traídas desde Toledo, como
consta en las cuentas de la Sacristía de los años 1628 y 1629, dedicado en esta
ocasión, a María y San Jerónimo, padre y doctor de la Iglesia, con los
siguientes motivos o escenas, exuberantes y perfectas en su ejecución: Abrazo
de San Joaquín y Santa Ana, en la Puerta Dorada, Natividad de María, Visitación
de María a Santa Isabel, Nacimiento de Cristo, Anunciación de María, Asunción
de María a los cielos y la cartela central representa a San Jerónimo, doctor de
la Iglesia.
Otra faceta en la que destacó la Orden
de San Jerónimo en Guadalupe, fue en la creación y desarrollo de su propio
Scriptorium que comenzó a funcionar a mediados de siglo XV hasta el siglo
XVIII, con el único fin de iluminar sus libros corales para la alabanza del
Oficio Divino en el coro y en las celebraciones de la misa conventual diaria y
otras acciones litúrgicas en los que el tiempo de Navidad queda perfectamente
recogido en los oficios y misas con sus respectivas notas musicales con las
viñetas y orlas que los ilustran.
La Natividad: arte,
religiosidad y tradiciones populares / coord. por Francisco Javier Campos y Fernández
de Sevilla, 2009, ISBN 978-84-89788-77-0, págs. 409-432
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