Antonio Ramiro Chico,
Cronista Oficial de la Puebla y Villa de Guadalupe
INTRODUCCIÓN
Para
poder hablar de este personaje legendario es necesario que situemos este hecho
sobrenatural dentro de la leyenda de Nuestra Señora de Guadalupe y del contexto
histórico que la generó durante la baja Edad Media, en tiempo de reconquista y
de asentamiento de población, de
formación de dominio eclesiástico y de captación de súbditos para la Corona de
Castilla[1].
Custodios de Santa María de Guadalupe. Pedro José de Uceda. Siglo XVIII |
Sabemos
de la presencia de pastores que aprovechaban los pastos de esta zona, asentados
a lo largo de las cañadas ganaderas consolidadas tras la creación de la Mesta
por Alfonso X en 1273, lo que dará lugar a futuros pueblos, como Deleitosa.
La leyenda de Nuestra Señora, tiene su
epicentro en la aparición de María a un vaquero, hecho frecuente en la
literatura medieval, donde se narra una serie de acontecimientos fantasiosos e
históricos, que con el paso del tiempo, se enriquecerá con nuevos datos que
irán fortaleciendo el núcleo originario.
El hecho aparicionista debió suceder en
el último cuarto del siglo XIII, siendo propagado de inmediato entre las gentes
del lugar, cuyo milagro corrió de boca en boca, hasta llegar al reino de
Castilla y de allí hasta la sede de Avignon,
que en 1326 concede indulgencias a todos los peregrinos que visitaran la
“ecclesia beate et gloriose semper Virginis Marie de Guadalupe, Placentine
diócesis”[3], aunque no será
hasta la segunda mitad del siglo XIV (1344), cuando se recoja por primera vez
la leyenda, de forma sucinta en la Gran Crónica de Alfonso XI:
“e
mando que se escriuiese en su Coronica como Nuestra Señora auie aparecido en
aquel lugar/ al vaquero e se auia hallado alli soterrada su santa ymagen e se
auia fundado e fecho alli aquella sancta yglesia de Guadalupe donde Nuestra
Señora hazia tantos milagros e de cómo hauia dado a aquella yglesia el término
que tenie de las tierras de Talavera e de Trujillo.”[4]
Este texto, aunque conocido por la
mayoría de los historiadores del monasterio, había pasado inadvertido, tanto la
fecha del manuscrito[5]
como la referencia del propio hecho aparicionista, quizás por la importancia de
la reseña histórica de la Batalla del Salado y la acción de gracias del propio
rey a Nuestra Señora:
“E
el rrey partió luego de Llerena e fue a
Santa María de Guadalupe a dar graçias a Nuestra Señora, en quien este noble
rrey don Alonso auie gran devoción e a quien el se auie recomendado quando yva
a pelear con los moros, e por la maravillosa vitoria que Dios, por ruego de su
madre, le avía dado contra los reyes Alobasen de Marruecos e de Benamarín e de
Granada e offresçió muchas cosas”[6].
La llegada de la Orden Jerónima (1389)
y la creación de su propio scriptorium propició la necesidad de prestigiar al
máximo el Santuario y la devoción que se había relajado al final del priorato
secular, por lo que será necesario aureolarla de tradiciones y de una serie de
reliquias igualmente antiguas y preciadas, amén de la intervención real y
papal, redactando una leyenda en torno al hecho milagroso, primero recogida en
códices manuscritos y posteriormente estampada en grabados y lienzos[7].
I.
LEYENDA
La leyenda de la imagen de Nuestra
Señora Santa María de Guadalupe tiene dos partes claramente diferenciadas. La
primera, totalmente fantasiosa, remonta sus orígenes legendarios al siglo
primero del cristianismo, atribuyendo la autoría de la talla de la Virgen a San
Lucas, quien muerto en Acaya (Asia Menor) fue enterrada con él. De allí pasó a
Constantinopla, donde permaneció hasta el año 590, cuando fue elegido Papa
Gregorio Magno, que devoto de esta imagen la llevó a Roma y la expuso en su
propio oratorio.
Una gran peste asoló la ciudad de Roma
y el Papa no dudó en pedir la protección de María por medio de su efigie.
Llevada por calles, entre el clamor de la gente vio el pueblo como cesaba la
peste, mientras que un ángel limpiaba su espada de sangre, sobre un castillo,
llamado desde entonces Sant’Angelo.
Aparición de Nuestra Señora a Gil Cordero. Cantoral Siglo XV |
Como obsequio de afectuosa amistad
Gregorio Magno envío por medio de su hermano Isidoro, la Imagen de Nuestra
Señora a San Leandro, arzobispo de Sevilla, ocupado entonces en la conversión
de Recaredo e implantación del catolicismo en el reino visigodo. Durante la
travesía desde Roma a Sevilla, una fuerte tormenta les sorprendió, a pesar de
ello, la imagen y tripulación llegaron intactas al puerto fluvial hispalense,
donde fue recibida por San Leandro, que la entronizó en la iglesia principal de
San Juan Bautista, donde recibió culto hasta la invasión árabe, hacia el 711.
Perdido su culto durante varios siglos,
será en plena reconquista, a finales del siglo XIII, en los últimos años del
reinado de Alfonso X el Sabio (1252-1284) cuando un hecho prodigioso estremeció
las sierras de las Villuercas, con la aparición de Nuestra Señora y posterior
encuentro de la imagen junto al río Guadalupe. Punto de partida entre lo que
hasta ahora había sido pura leyenda, carente de rigor científico, cuyo único
fin, como veremos era dar antigüedad y misterio a la imagen titular del
Santuario[8].
II. APARICIÓN
DE NUESTRA SEÑORA
No sucede igual con la segunda parte de
la leyenda, iniciada con el hallazgo, en la que comienza la historia con la
aparición de la Imagen a un sencillo vaquero, vecino de Cáceres que cuidaba los
ganados de los Ulloa[9],
quién, al recontar su rebaño, advirtió que le faltaba una vaca. Marchó en su
búsqueda entre encinas, castaños y robledales hasta llegar a un río de escasas
aguas, bastante escondido y después de andar durante tres días por la ribera
derecha del mismo, encontró la vaca muerta, aunque intacta. Quiso entonces
aprovechar su piel y, al hacer en el pecho del animal la señal de la Cruz con
incisiones de cuchillo como era costumbre, se levantó viva la vaca.
Momento en que se apareció María al
pastor, en su tribulación, le dijo estas palabras:
“No hayas miedo; ca, yo soy la Madre de Dios, por la cual
alcanzó la humanal generación redención. Toma tu vaca y ve, ponla con las
otras; ca, de aquesta vaca habrás otras muchas en memoria de aqueste
aparecimiento que aquí te apareció. Y desque la pusieres con las otras vacas,
irás a tu tierra y dirás a los clérigos y a las otras gentes que vengan aquí a
este lugar donde te aparecí, y que caven aquí y hallarán una imagen mía”[10].
Gil Cordero ante su hijo resucitado. Juan de Santa María OSH. Siglo XVII |
El vaquero, tras escuchar el mensaje de
la Señora, marchó a su ciudad para comunicar la buena nueva. Cuando llegó a su
casa, encontró a su mujer llorando por un hijo que acababa de fallecer. El
pastor la consoló y sin dudarlo encomendó su pena a la Madre de Dios:
-“No hayas cuidado ni llores; ca yo lo prometo a
Santa María de Guadalupe, que Ella me lo dará vivo e sano y yo (se) lo prometo
para servidor de su Casa”.
Y en esa hora se levantó el moço vivo e sano y
dixo a su padre:
-“Señor
padre, aguisad y vamos para Santa María de Guadalupe”.
En ese
momento los clérigos de Cáceres llegaban a su casa para dar sepultura a su hijo
recién fallecido y el pastor le dijo:
-“Señores,
sabed que me apareció Santa María en unas montañas, cerca del río Guadalupe; y
mandóme que os dijese que fuésedes allí donde me apareció, y cavasedes en aquel
mismo lugar donde me Ella me apareció; y que hallaredes ahí una imagen suya, y
que la sacásedes de alla y que le hiciese una casa.
- Y
mandóme más, que dijese a los que tuviesen cargo de su Casa que diesen a comer
a todos los pobres que a ella viniesen (raspado y luego tachado) una vez al
día.
- Y
díjome más, que haría venir a esta su Casa muchas gentes, de muchas partes, por
muchos miraglos que haría por todas partes del mundo, así por mar e por tierra.
- Y
díjome más, que allí, en aquella grande montaña, se haría un pueblo”[11].
El hecho se difundió por toda la ciudad
y fue suficiente para persuadir a los clérigos de la verdad de las apariciones.
El vaquero, acompañado por los clérigos y su familia, peregrinó hasta el lugar,
en que se le había aparecido la Señora y fiel a su mensaje excavaron la roca y
encontraron la imagen de María, acompañada de algunos objetos y documentos que
justificaban la antigüedad y origen de esta gloriosa imagen.
Con los propios medios y elementos de
la zona construyeron una pequeña ermita y levantaron un altar a la vetusta
imagen de María, que recibió el nombre del río Guadalupe, en cuya orilla
comenzó a florecer una aldea. El rumor de sus milagros y favores pronto se
extendieron por los Reinos de Castilla y Portugal y los caminos de Guadalupe
comenzaron a ser transitados por romeros y peregrinos de toda condición[12].
El propio rey Alfonso XI (1311-1350)
que, frecuentaba estas tierras, buenas para
la caza del oso, en su primera visita, hacia 1330, contempló esta pequeña
iglesia en estado ruinoso. Entonces mandó ensancharla y le otorgó varios
beneficios y ordenó edificar en sus alrededores hospitales y albergues para
peregrinos[13].
Como ya había anunciado, anteriormente,
la leyenda fue el instrumento de
difusión del mensaje guadalupense y del hecho aparicionista, en un primer
momento, mediante transmisión oral, y después recogida en códices, libros,
cuadros y grabados. Esta práctica forma parte del pueblo ya que nace del mismo,
de la atracción del ser humano por lo sobrenatural y lo maravilloso, es decir
por todo aquello que no tiene una explicación racional. Este suceso, contado por
la fantasía del pueblo, pertenece al período de apariciones a pastores, tan
frecuentes en la Edad Media, de los
siglos XI al XV e íntimamente relacionados con la iconología mariana, baste
recordar a la Virgen del Valle, patrona de Écija, a Nuestra Señora de
Valvanera, en la Rioja, a Nuestra Señora de de Montserrat, en Cataluña y otras
apariciones reconocidas por la Iglesia[14].
Elisa Rovira López, historiadora y
Cronista Oficial de la Villa y Puebla de Guadalupe, mantiene que la leyenda
data de la primera época del priorato jerónimo (1389-1441), pues admitiendo la
posibilidad de que existiera una tradición oral o un esquema escrito antes de
la llegada de los jerónimos, resulta extraño que, durante todo el priorato
secular que duró 48 años (1341-1389) no exista referencia alguna[15],
al menos hasta el momento, sobre el origen de la imagen, no así sobre el hecho
aparicionista, recogido como hemos visto en la Gran Crónica de Alfonso XI.
Fray Arcángel Barrado Manzano, en la
introducción de la Crónica del Monasterio de Guadalupe, escrita por el padre
fray Alonso de la Rambla en 1484, publicada recientemente por Fray Antonio
Arévalo Sánchez[16], afirma que antes que el
padre Rambla, hubo dos cronistas más; el códice escrito “cerca de 1400”,
desaparecido, que según fray Germán Rubio, la leyenda que publica en su
historia corresponde a este códice y el de 1440, es decir el códice 555 del
Archivo Histórico Nacional (antiguo 48-B), primer manuscrito donde aparece por
primera vez la leyenda escrita[17].
Tanto uno como otro al trascribir la
leyenda no recogen el nombre del vaquero, a pesar de ser los más próximos en el
tiempo al hecho milagroso:
“Andavan
unos pastores guardando sus vacas cerca de un lugar que llaman Halía, en una
dehesa que se llamada oy en dia la dehesa de Guadalupe… E sabed que este pastor
era natural de Cáceres e ay tenía mujer e hijos”[18].
III. IDENTIFICACIÓN
DEL PASTOR
Sería tras las dos disposiciones de los
Priores generales de la Orden Jerónima de fray Alonso de Oropesa (1459) y fray
Leonardo de Aguilar (1501), por las que se ordena se fijen por escrito la
fundación de sus monasterios y las cosas notables de ellos, lo que hizo posible la aparición de dos nuevas
crónicas, la ya anunciada de fray Alonso de la Rambla, muerto en 1484 y la de
fray Diego de Écija, muerto en 1534, que corresponde al códice 10 del Archivo
del Real Monasterio, en las que aparece también
la leyenda, aunque Écija ofrece una novedad importante con respecto a su
antecesor, pone nombre al pastor:
“Fue
llamado este vaquero don Gil de Santa María, como parece en un privilegio del
rey don Alonso el Onceno...”[19]
El privilegio al que se refiere es el
de la concesión de términos de la iglesia de Guadalupe o Acta de delimitación, fechado el 11 de mayo de 1338 y en el que se
menciona a un tal don Gil de Santa María de Guadalupe, uno de los artífices que
participaron en el mencionado deslinde.
“…el dicho Fernand Pérez dixo que por
quanto él non sabía la dicha tierra e término, que él que tomava a Yvannez
Pasqual e a Pasqual Martínez, de Valverde de la Vera, de Plasencia, e a Rodrigo
Pérez e a don Gil de Santa María de
Guadalupe, que muestren la media legua enderredor de la dicha iglesia…”[20].
Fray
Gabriel de Talavera en su clásica historia escrita en 1597, al describir la
fábrica de la iglesia de Guadalupe y los sepulcros antiguos de Reyes, y otras
capillas que tiene el santuario, dice lo siguiente, respecto del pastor santo:
“En el mesmo lado (Epístola) ay un
nicho, sobre la puerta que va a la sacristía, donde ay tradición están
depositados los huesos del pastor santo a quien apareció nuestra Señora”[21]
Un siglo después, dos acontecimientos
casi simultáneos en el tiempo, aunque no en el espacio, harán aflorar el
apellido del citado don Gil de Santa María que a partir de entonces se le
conocerá como Gil Cordero[22].
En Guadalupe, según la historiografía,
el primero que recoge su apellido es fray Rodrigo de Llerena, sacerdote y
cronista (+ 31/7/1636)[23],
autor de un manuscrito, posiblemente de la primera mano del Códice 12
(1700-1710)[24], quien nos confirma que "Gil Cordero, era el nombre de dicho pastor”.
Con motivo de la inauguración del
Retablo Mayor de la Basílica,
del que se cumple ahora el IV Centenario y la
construcción de los mausoleos reales de Enrique IV y de su madre María de Aragón,
se encontró en la Capilla Mayor, el 13 de febrero de 1618, un hueco abierto en
la pared divisoria de la Capilla de Santa Paula, en el que reposaba el cuerpo
incorrupto de Gil Cordero, con su mortaja, sus raudas y encajes, varias flores
y hiervas olorosas. La Comunidad jerónima, después de tal hallazgo lo traslado
a una caja de ébano, donde estuvo expuesto conjuntamente con la imagen de la
Virgen hasta el 23 de mayo en la iglesia, volviéndolo a colocar en el mismo
sitio, poniendo allí un cuadro representativo del hecho aparicionista y una
lápida en la que se puede leer actualmente: “Aquí yace D. Gil de Santa María de Guadalupe, a quien se apareció esta
Sta. Ymagen. Fue natur. de la Villa de Cáceres”.
En Cáceres, unos años antes, con el fin
de perpetuar la memoria, de uno de sus más destacados hijos, el Ayuntamiento de
esta villa acordó el 2 de enero de 1612, a instancia de varios vecinos,
adquirir la casa del vaquero, situada según la tradición en la muy cacereña
calle gremial de Caleros, donde hoy nos encontramos, por un importe de 50 ducados
con el fin de levantar un humilladero que perpetuase la memoria del vaquero,
fomentando así también la devoción a la Virgen de Guadalupe de la que siempre
fueron entusiastas devotos los cacereños. Las obras comenzaron a principio de
1618, aunque no fue hasta el 8 de septiembre de 1668, gracias a la ayuda y
devoción de Juan de Carvajal y Sande,
presidente del Consejo de Hacienda,
cuando la imagen de la Virgen de Guadalupe se trasladó procesionalmente
desde la iglesia de Santiago a su ermita para ser entronizada.
Un
siglo después, en 1743, el historiador jerónimo, fray Francisco de San José, en
su Historia universal, vuelve a
ofrecer un nuevo dato sobre Gil Cordero, identificándole con Gil de Santa María:
“Por la fundación de una Capilla, que
hizo en la casa de este buen hombre el Ilustrísimo Cavallero Don Juan de
Carvajal y Sande, Presidente del Real Consejo de Hacienda, para que se
registraron de orden suya muchos Prothocolos de Cáceres, indagando la verdad,
que aseguraba la tradición ser esta la casa del Vaquero, se hallo era assi,
como creían todos, y que se llamaba este pastor Gil Cordero” [25].
Este dato que el campanariense San José
se le atribuye a Juan de Carvajal, Serafín Martín Nieto en su documentado y
descriptivo estudio sobre la ermita cacereña de Nuestra Señora de Guadalupe o del Vaquero, publicado en los XXV
Coloquios Históricos de Extremadura, no hace referencia a él ni aparece en los
llamados protocolos emitidos para edificar dicha ermita.
Todavía en el siglo XIX, el político y
geógrafo Pascual Madoz, en su Diccionario
Geográfico-Estadístico Histórico de España, al describir la acepción GUADALUPE, texto elaborado por el Padre
jerónimo Fray José de Alcalá (1801), autor también de Las adicciones a las historias de los Padres Talavera y San Joseph dará
una nueva identidad al vaquero cacereño:
“Siendo
los primeros vecinos el expresado vaquero, a quien el rey concediendo el
titularse D. Gil de Santa María de Albornoz, su mujer, hijos y parientes”[26].
El padre Alcalá quizás en su afán de
vincular al vaquero con la nobleza
castellana, concretamente con Gil de Albornoz, cardenal y arzobispo de Toledo
(1338-1350), coetáneo suyo, protegido también de Alfonso XI. Su padre fue tutor
del rey y sus hermanos participaron en las campañas de Granada y contra los
benimerines en la Batalla del Salado, tan importante para Guadalupe y su
santuario, le otorga el mencionado apellido Albornoz.
IV. VIDA
Y TESTIMONIO
Gil Cordero siguiendo el mensaje de la Madre de Dios, trocó
su oficio de vaquero por el de siervo de tan preciosa
Señora, dejó de
guardar ganado para guardar la Pastora más bella, mayoral de
Sacristán de aquella incipiente iglesia, al mismo
tiempo que junto
pobladores de dicha Puebla, como enfermero y custodio
de aquel
sencillo hospital, que se levantó al mismo tiempo que la iglesia, para
tender a los peregrinos que allí fueran.
Refiere el códice 12 del Archivo del
Monasterio de Guadalupe, al
describir la persona de Gil Cordero, que tenía “un corazón muy
ancho, un ánimo muy grande y una suma esperanza”, que unido a
su lealtad y nobleza, hizo que Alfonso XI le concediera título de
hidalguía, anteponiendo el Don a su nombre propio, Don Gil de
Santa María, dándole por armas una jarra de azucenas, como
símbolo de pureza y un águila traspasada con una saeta el
pecho[29], que es emblema de la perspicacia en el ver, pues
mirando al sol de hito en hito no se le turban los ojos ante tal
candor, mientras que el arpón traspasó su corazón henchido de
amor tras escuchar el mensaje guadalupense, tal como
reflejaba el escudo adosado sobre la portada de su casa.
describir la persona de Gil Cordero, que tenía “un corazón muy
ancho, un ánimo muy grande y una suma esperanza”, que unido a
su lealtad y nobleza, hizo que Alfonso XI le concediera título de
hidalguía, anteponiendo el Don a su nombre propio, Don Gil de
Santa María, dándole por armas una jarra de azucenas, como
símbolo de pureza y un águila traspasada con una saeta el
pecho[29], que es emblema de la perspicacia en el ver, pues
mirando al sol de hito en hito no se le turban los ojos ante tal
candor, mientras que el arpón traspasó su corazón henchido de
amor tras escuchar el mensaje guadalupense, tal como
reflejaba el escudo adosado sobre la portada de su casa.
Casa del Gil Cordero. Guadalupe. |
Igualmente, al referir C-12 su muerte
dice que aunque “no hallamos razón cierta del año y día en que muriese el
pastor sancto” ésta acaeció en 1338, porque desde este “tiempo no se hizo más
mención de su persona, y así me persuado que quando el Rey vino a cumplir su
voto era ya difunto, por lo cual el Rey hico luego nombramiento de Prior”[32],
siendo enterrado en honrosa sepultura dentro de la Capilla Mayor del Santuario,
en un hueco abierto en la pared divisoria de la Capilla de Santa Catalina, cuya
referencia como hemos tenido ocasión de ver anteriormente no se conoció hasta
el 13 de de Febrero de 1618, con motivo de las obras de las obras del Retablo
Mayor.
Escudo en piedra de Gil Cordero. Siglo XV. |
La memoria de este santo varón no fino
en el siglo XIV sino que su nombre siempre permanecerá junto al nombre de
Cáceres, donde además de su ermita también la ciudad le ha dedicado una de sus
avenidas y al de Guadalupe, en cuyo Santuario y Plazuela descansa y brilla con
luz propia ese prodigio a través del cual la Virgen María mandó al mundo su
mensaje guadalupense, que traspaso las altas cumbres de las Villuercas para
arraigarse a través de su hijos en el Nuevo Mundo, donde es aclamada diariamente
por millones de fieles, cumpliendo así su profecía, que en torno a Ella se
haría un gran pueblo.
Pero esta impregnación de la ciencia de
Herodoto no eclipsa el compromiso de nuestro sentir más profundo, aquel que
escuchó por primera vez el propio vaquero Gil Cordero: “No temas que soy la
Madre de Dios…” Desde ese mismo instante nos inoculó a todos los guadalupenses
como servidores de su Santa Casa y Puebla.
Así lo dibujó en la Sacristía nuestro
más singular pintor, Francisco de Zurbarán, en ese decálogo de vida, que todos alguna vez hemos sentido en propias
carnes, desde la humildad del padre Yáñez, rehusando el birrete arzobispal, la
caridad de fray Martín de Vizcaya saciando a los más necesitados o las dudas
existenciales del padre Cabañuelas que
igual que Tomás dudó del cuerpo de Cristo y entonces su sangre cristalizó en
esos corporales, como símbolo de vida eterna.
Sello del Santuario con la estampación de la Aparición al vaquero. Piedra. Siglo XV. |
Aunque como diría nuestro siempre
recordado y académico Francisco Tejada Vizuete, el dulce desvarío de mi sueño y
de la mayoría de los guadalupenses se inicia peldaño a peldaño, donde el jaspe
se pule con las pisadas de los peregrinos, santos y reyes, donde la oración
calla al silencio y la plegaria nace de lo más profundo del alma humana.
Qué dicha la nuestra, guadalupenses,
poder adentrarnos en esa ciudad amurallada, Sancto Santorum de la Casa de
Nazaret y arribar en esa nave para contemplar a la mismísima Aurora, bella como
la luna, resplandeciente como el sol, cuyo vástago nacerá de esa vara florecida
de la raíz de Jesse, de esa vid que como uva prensada dará el vino nuevo,
oloroso como el cinamomo, alto, recto y sólido como el cedro y el ciprés, en
cuyo huerto cerrado florecen los lirios y el terebinto, el olivo y la palmera,
el granado y las rosas, bajo ese rostro Moreno que nos predispone al servicio
desinteresado y generoso, especialmente en estos días de sus Fiestas Patronales, donde miles de peregrinos acudirán para recibir sus favores.
Quiero concluir este estudio con unos
versos de nuestro querido y siempre recordado poeta y cronista Oficial de la Puebla
y Villa de Guadalupe, Nicolás Sánchez Prieto, (1981-1983) que gustaba firmarse
con el seudónimo de Gil Cordero:
que Gil
Cordero vive. Os aseguro
que es
aquí, en esta tierra, en este puro
paisaje de
MarÍa…
Y añadiros
que es mi
amigo y está solo a dos tiros
de liebre
de mi alma.
También juro
que es
amante de Dios,
firme, seguro,
sin trampa
ni cartón.
Y he de deciros
que es muy
pobre…
Es lo que se dice
un hombre
limpio.
De esos que bendice
Santa
María, y llora cuando lo hace…
Un hombre
nuestro; de esos de pellejo
guadalupense,
y guarda –ya muy viejo-
[1] CERRO
HERRANZ, María F., Documentación del
Monasterio de Guadalupe. Siglo XIV. Badajoz. 1987, I-XXII pp-
[2]
DOMÍNGUEZ, M. art. cit. p.18.
[3].-LINEHAN,
Peter, “Los inicios de Santa María de Guadalupe y el gobierno de Castilla en el
siglo XIV”. Traducción José Tello Sánchez, en Guadalupe, 754 (1988) y en
Journal of Ecclesiastical History, 36 (1985).
[4].-ANÓNIMO,
Gran Crónica de Alfonso XI. Edición preparada por Diego CATALÁN.
Madrid, 1976, pp.449.
PÉREZ DE TUDELA Y VELASCO, María
Isabel, “Alfonso XI y el Santuario de Santa María de Guadalupe”, En la
España Medieval. Tomo III. Madrid, 1982, pp. 271-285.
[5].-CATALÁN,
Diego, Un cronista anónimo del siglo XIV. La Laguna, 1955,
pp.124-125. La Gran Crónica de Alfonso
XI está hecha dentro del reinado del Alfonso XI, quien quiso seguir la obra de su homónimo Alfonso X El Sabio, por
un anónimo cronista que conocía de buena mano las fuentes árabes.
[6].-CATALÁN,
Diego, Gran Crónica de Alfonso XI. Madrid, 1976. p. 449.
[7].-ANDRÉS,
Patricia, Guadalupe, un centro histórico
de desarrollo artístico y cultural. Salamanca, 2001, pp.11.13
[8] A.H.N. Códice 48 B. Fundación
antigua de esta Casa de Guadalupe. Leyenda: Cap. I-IV, fols. 1-14.
A.M.E. Códice IV. a.10: Nuestra
Señora de Guadalupe. Leyenda, fols. 5 vto.-26 vto.
[9]
COUSSEAU, Paul, Album-Guía de la Compañía
de los Ferrocarriles de Madrid, Cáceres y Portugal. Madrid, 1913, pp. 6
[10]RUBIO, Germán OFM. Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Barcelona, 1926, p. 21.
[Texto del C- AHN, anterior a 1400]
A.M.G. Códice 10: ECIJA, Diego de,
OSH., Libro de la Invención de esta Sancta Imagen de Guadalupe y de la
erección y fundación de este Monasterio, de algunas cossas particulares y vidas
de algunos religiosos. Siglo XVI, fols. 7 y 8.
A.M.G. Códice 1: Milagros de
Nuestra Señora de Guadalupe, 1407-1497. Leyenda Cáp.I-VII, fols.1-12 vto.
[11] RUBIO,
G. Obr. cit. pp.21-22.
[12]
.-CRÉMOUX, Françoise, Pèlerinages et
miracles à Guadalupe au XVI siècle. Madrid, 2001.
[14].- ROVIRA
LÓPEZ, Elisa, “La Virgen de Guadalupe en las leyendas medievales”, en Guadalupe,
673 (1984), pp.279-293.
[15].-ROVIRA
LÓPEZ, Elisa, “Leyenda de Santa María de Guadalupe, según el Libro sexto de los
Milagros”, en Guadalupe, 691-692 (1988), pp.
[16] RAMBLA,
Fray Alonso de la, OSH. Crónica Vieja del
Monasterio de Guadalupe. Edición y notas a cargo de Fray Antonio Arévalo
Sánchez, OFM. Sevilla 2016.
[17].- A.M.G.
O.F.M. Libro 102: Crónica del Monasterio de Guadalupe, monje muerto en 1484.
Preparada para su publicación por Fray Arcángel Barrado Manzano. Texto
mecanografiado e inédito. Valdeobispo , 1956, pp. I-XII.
[18] AHN.
[Códice 555]L.48: Fundación antigua desta
Casa de Guadalupe. 1440
[19].-ECIJA, Diego de,
OSH., Libro de la Invención de Santa María
de Guadalupe Con una introducción y dos apéndices de Fray Arcángel
Barrado OFM. Cáceres, 1953, p. 49.
[20].-Ay
.H.N. Clero, carpeta 391, núm.19: Acta de delimitación de mojones del
término de la Puebla de Guadalupe. 11 de mayo de 1338.
CERRO HERRAZ, María
F. Documentación del Monasterio de Guadalupe siglo XIV. Cáceres. 1987,
pp.2-3.
[21]
TALAVERA, Gabriel de, OSH, Historia de
Nuestra Señora de Guadalupe. Toledo, 1597, fol. 161 vto.
[22] ESCOBAR
PRIETO, Eugenio, “Cartas y Privilegios del Rey D. Alonso XI al Monasterio de
Guadalupe”, en Guadalupe, 53 (1909),
p. 107.
[23]SAN
JOSÉ, Francisco de OSH. Historia
universal de la primitiva, y milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe.
Madrid, 1743. C-III, p. 15.
A.M.G. C-61:Necrologio
de los monjes. Año de 1636.
[24] A. M.
G. C-12: Historia de Nuestra Señora de
Guadalupe. 1700-1710, de autor anónimo, fol. 9 vto.
[25] SAN
JOSÉ, Fray Francisco de OSH. Historia
Universal de la Primitiva y milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Guadalupe… Madrid,
1743, c.III, p. 17.
[26] MADOZ,
Pascual, Diccionario
Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Tomo
IX. Madrid, 1847, pp. 27-28.
[27]
MALAGÓN, Joan OSH, Historia de Nuestra
Señora de Guadalupe y algunos milagros suyos, ilustrada de algunas devotas
meditaciones. Salamanca, 1672, pp.45.
[28] ESCOBAR
PRIETO, Eugenio. “Cartas y Privilegios del Rey D. Alfonso XI al Monasterio de
Guadalupe” II, en Guadalupe, 53
(1909) p. 107.
[29]
MALAGÓN, FR. JOAN DE, Obr. cit., pp.46-47.
[30] Guadalupe
se formó como pueblo peregrino, con dos ejes Norte y Sur, Barrio de Arriba,
Barrio de Abajo. La ubicación de la Casa de Gil Cordero denota su procedencia
sureña y su proximidad inmediata a una de las entradas fortificadas de la
Puebla el Arco de las Eras.
[31] RAMIRO
CHICO, Antonio, “Bosquejo histórico-literario de Guadalupe”, en Raíces de
Guadalupe. Madrid, 2015, pp.n 90-91.
[32] A.M.G.
C-12, fols. 25 vto. y 26 r.
[33] RAMIRO
CHICO, Antonio, “Nuestra Señora Santa María de Guadalupe, Patrona de
Extremadura y Reina de las Españas”, en Revista
Ars et sapientia. Abril,2017,
pp.48-49.
LINEHAN, Peter, “Los inicios de Santa María de
Guadalupe y el Gobierno de Castilla en el siglo XIV”, en Revista Guadalupe, 754 (1998), pp. 15-16.
[34] ÁLVAREZ
ÁLVAREZ, Arturo. Guadalupe en los
clásicos y en viajeros antiguos. Madrid, 2002, pp. 331-340.
[35] SÁNCHEZ
PRIETO, Nicolás. Rosetones. Plasencia.
1978, pp.32.
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