GUADALUPE RECLAMA EL TESTAMENTO DE ISABEL LA CATÓLICA

 ANTONIO RAMIRO CHICO,

Cronista Oficial de la Puebla y Villa de Guadalupe. 


1.- Guadalupe, paraíso de la reina Isabel

El hecho milagroso de Guadalupe fue el eslabón que necesitaba el reino de Castilla para sentar y fijar las fronteras del oeste, sobre el que Alfonso XI desplegó su protección. Guadalupe de esta forma se convirtió en foco de peregrinación nacional y empresa de servicios benéficos-asistenciales, a la que los Reyes Católicos protegieron como su “Paraíso”, fraguándose entre sus muros la unidad de España y los pilares de la Hispanidad[1].

Conocedor, Alfonso XI, de los prodigios que obraba la Madre de Dios en este lugar de las Villuercas, no dudó encomendarse a Ella cuando partió a la Batalla del Salado, de la que salió victorioso, viniendo a dar gracias a Nuestra Señora de Guadalupe por obtener su singular protección, ofreciéndola varios trofeos. Al mismo tiempo, mandó ensanchar y ennoblecer con honrados beneficios su pequeña iglesia, convirtiéndola en el primer Santuario Nacional del Reino de Castilla (1340).  Otorgó también la Carta-Puebla de sus términos y suprimió la dependencia directa e inmediata de la autoridad real a favor de la autoridad eclesiástica y civil del priorato secular[2].

En 1368, dicho señorío temporal amplió su status con jurisdicción de mero y mixto imperio, otorgado por Enrique II y confirmado posteriormente por Juan I de Castilla, quien convertiría el Real Santuario en monasterio de la españolísima Orden de San Jerónimo (1389), con el fin de garantizar una administración más cuidadosa, una vida religiosa más estricta, una atención más adecuada a los problemas municipales y una dedicación preferente a las tareas espirituales y asistenciales, consiguiendo establecer una gran empresa innovadora y de servicios benéfico-asistenciales[3].

Juan II de Castilla, padre de Enrique IV y de los infantes Alfonso e Isabel La Católica otorgó al monasterio varias cartas de privilegios y le confirmó todos los que ya disfrutaba, como las codiciadas Escribanías de Trujillo y las Tercias de Logrosán, Berzocana y Valdepalacios. En agradecimiento, el prior fray Juan de Zamora deshizo el primer trono jerónimo de la Virgen, entregándole la plata al monarca para las necesidades de la Corona[4].

La estrecha relación entre el rey Juan II y el Monasterio de Guadalupe quedó de manifiesto al nombrar a su prior fray Gonzalo de Illescas, obispo de Córdoba y tutor de sus hijos: Enrique IV, Alfonso e Isabel, éstos últimos de su segundo matrimonio[5]. Su hija Isabel, después La Católica, encontró en la Orden Jerónima y en el Monasterio de Guadalupe su principal apoyo, hasta tal punto que cuando llega a él, manifiesta sentirse en su “Paraíso”, asistiendo a todas las Horas canónicas en su particular oratorio, construido sobre el coro[6].

Con sólo 13 años, peregrinó por primera vez Isabel al Santuario (1464), cuyo impacto debió de marcarle, especialmente el encuentro con Santa María de Guadalupe, a la que desde aquel momento profesó una gran devoción y confió cada uno de sus negocios y empresas[7].

Serenada Extremadura de las luchas internas y después que se ciñó la corona de Castilla (1474), la reina Isabel ardía en deseos de visitar de nuevo el Santuario, embajada que llevó a cabo tras la decisiva victoria de Toro (1476), con el fin de celebrar las honras fúnebres de su hermano Enrique IV, a pesar de que el cardenal Mendoza la puso en conocimiento de los peligros que dicho viaje conllevaba. Ella contestó:

            “Que eran ciertos los peligros y que había de sufrir disgustos, pero que su destino estaba en manos de Dios, en quien confiaba que conduciría a feliz término sus designios”[8].

La llegada de la Reina a Guadalupe debió tener lugar en los últimos días de abril de 1477 y como prueba de los beneficios recibidos dio principio a su tarea confirmando mediante privilegio, firmado por ambos monarcas, todas las mercedes otorgadas al monasterio por sus predecesores el 2 de mayo de 1477[9].

Guadalupe a partir de este momento se convertirá en el verdadero Santuario Nacional de España y buena prueba de ello fueron los acontecimientos que se sucedieron y que a continuación, me permito relacionar.

 

En 1486, en el Monasterio tuvo lugar la firma de la famosa Sentencia Arbitral de Guadalupe, por la que Fernando el Católico puso fin a una serie de conflictos entre los propietarios de la tierra y los payeses de remensa, campesinos sometidos a la dependencia señorial y adscritos hereditariamente a las parcelas cedidas por los señores para su cultivo, eliminando así los seis principales malos usos: Remensa, intestia, exorquia, cugucia, arsia o arsina, firma de espoli[10].

También en este año de 1486, Cristóbal Colón llegó al Santuario de Guadalupe, buscando a los Reyes Católicos, con el fin de obtener el apoyo necesario para llevar a cabo su proyecto de abreviar la ruta a la India y reinos de Cipango y Catay navegando hacia poniente[11].

En el inolvidable año 1492, se logró la tan deseada unidad de España con la toma de Granada, cuya noticia le fue dada al prior de Guadalupe por carta firmada por la propia Reina el 2 de enero, para que diera gracias a Dios y a su santa Madre:

La reyna. Devoto Prior [Fray Nuño de Arévalo], ya sabeys como vos fise muchas veces saber la entrada del rey mi sennor a conquistar el Reino de Granada, porque rogasedes de Nuestro Señor le diesevictoria de aquellos fenemigos de nuestra santa fe católica, e agora vos fago saber cómo ya bendito nuestro Señor le plugo dar a el rey mi sennor esta victoria, que oy dos días deste mes de enero se nos entregró la ciudad de Granada con todas sus fuerças e de sus terras, la cual vos escribo solamente para que fagais gracias a nuestro sennor que tobo por bien de vos oyr, e dar en esto el fin deseado. De la cibdad de Granada, oy dos días de enero de XCII annos. Yo la Reina. Por mandato de la Reyna. Fernand Alvares[12].

Tras la conquista, los reyes, Isabel y Fernando peregrinaron hasta Guadalupe para encontrarse con sus hijos que habían dejado al cargo de la Comunidad Jerónima, tal como recoge la crónica de fray Diego de Écija:

“Y para cuando sus Altezas hubiesen de venir de la guerra de Granada, tenía este prior (fray Nuño de Arévalo) hechos los aposentos reales y los de la Granja de Mirabel donde sus Altezas descansaron y se recrearon y se fueron muy contentos, dadas muchas gracias a Nuestro Señor y a su santa Madre, en este su santo templo, por las muchas mercedes que les habían hecho en les haber dado victoria contra los moros”[13].

El monasterio socorrió a los Reyes Católicos en la campaña granadina con 300 marcos de plata, 160.000 maravedises, 40 ducados, 1.000 castellanos, ornamentos y vinajeras de oro para el culto cristiano.

Guadalupe se convierte también, gracias a los Reyes Católicos, en la brújula que marcará la empresa descubridora del Nuevo Mundo, como lo avalan las dos sobrecartas firmadas por Isabel y Fernando, el día 20 de junio de 1492 en la sala capitular del Real Monasterio, dirigidas a Juan de Peñalosa, su “contino” en Palos y Moguer, urgiendo la entrega de dos carabelas para iniciar el viaje hacia las Indias o la protección y amparo de Santa María de Guadalupe en las islas Azores, en la que Cristóbal Colón y toda su tripulación estuvieron a punto de perecer. Encomendándose a Ella, les libró de muerte segura, por lo que vino el almirante como romero a su Santuario a darle gracias[14].

Fernando también tuvo ocasión de agradecer a la Señora de Extremadura y Reina de las Españas su constante protección cuando el 7 de diciembre de 1492, sufrió un intento de asesinato en Barcelona en la plaza del Rey por iniciativa de un campesino catalán, Joan Canyamars.  Después de salir con vida del atentado concedió al monasterio notables privilegios y ofrendó a la Virgen ricas lámparas, un crucifijo de cinco kilos, labrado con el primer oro de las Indias; una rica capa de brocado carmesí y dos coronas de oro, la una para la Virgen y la otra para el Niño con muchas piedras preciosas; una valiosa casulla morada y un manto verde que sirvió para hacer el terno del “Tanto Monta”[15].

De esta forma, Guadalupe se convirtió en oasis de paz y paño de lágrimas para la empresa de los Reyes Católicos, en el que se fraguó la unidad de España y se pusieron los pilares de la Hispanidad.

2.-Visitas de Isabel y Fernando

Realmente donde se aprecia la relación que se creó entre los Reyes Católicos y el Monasterio de Guadalupe es en su rico e interesante epistolario[16], fondo histórico de 145 documentos, en su mayoría auténticos y originales, con la firma de los reyes y el sello, magníficamente conservados en el legajo 4 del Archivo y en sus continuas visitas, más de veinte veces peregrinaron hasta este su “paraíso”, como gustaba llamar a este Santuario de la Madre de Dios, la reina Isabel, registro por otra parte, todavía no superado por ningún otro monarca español[17].

            Como hemos visto, la vinculación de Isabel con el Monasterio de Guadalupe se inicia en los primeros años de su infancia, teniendo su origen en el testamento de su padre, Juan II de Castilla, en el que encomendaba la educación de los infantes nacidos de su segundo matrimonio al Obispo de Cuenca, Lope Barrientos y al prior del Monasterio, Gonzalo de Illescas, su confesor.

            La influencia que ejerció éste y sus sucesores, fray Diego de París, fray Nuño de Arévalo y fray Juan de la Puebla, sobre la futura reina, será determinante en sus relaciones con la Orden Jerónima y de forma especial, con la Santa Casa de Guadalupe, lugar de reposo y meditación preferidos y, por tanto, asociado a los importantes acontecimientos de su reinado, como podremos ver en una breve síntesis de sus visitas:

Año de 1464: Siguiendo las indicaciones testamentarias de su padre Juan II de Castilla, Enrique IV, acompañado de su segunda esposa, Juana de Portugal, llevó a su hermana Isabel a la edad de 13 años a Guadalupe con la intención de casarla con su tío el rey Alfonso V de Portugal. Isabel respondió: “no tan ayna, no tan ayna” (no tan pronto, no tan pronto); manifestando a su hermano su enérgica y firme su inviolable postura para oponerse: “Según las leyes de estos reinos, non lo podré hacer sin el consejo de los Grandes”[18].

Año de 1477: Peregrina a Guadalupe, por primera vez, como Reina de Castilla, tras la decisiva victoria de Toro contra Portugal (1476), acompañada por el cardenal Mendoza. Durante estos días de finales de abril y primeros días de mayo, organizó las honras fúnebres de su hermano Enrique IV, quien reposa junto a su madre María de Aragón en el presbiterio de Guadalupe, al mismo tiempo que trató del sometimiento de Extremadura a la corona, escuchando los sabios consejos de fray Juan de la Puebla, monje jerónimo de Guadalupe e hijo de los condes de Belalcázar.

A finales de agosto y principio de septiembre, tanto Isabel y Fernando vuelven a Guadalupe, en esta ocasión por separado para hacer votos y devociones con motivo de las fiestas de Santa María, camino de Sevilla. El rey venía acompañado por el duque de Alba y el conde de Benavente.

Año de 1479: A finales de febrero, llegaron Fernando e Isabel al Santuario, procedentes de Córdoba para entrevistarse con el embajador de Francia. El día 1 de marzo partía Fernando hacia Trujillo, donde recibió la triste noticia de la muerte de su padre, Juan II de Aragón, por lo que viajó a Aragón, mientras la Reina, acompañada del cardenal Mendoza, se dirigía a Alcántara para sentar las paces con el reino de Portugal.

Año de 1481: Procedentes de Córdoba, los Reyes católicos llegaron a Guadalupe para pasar las navidades, permaneciendo en la casa hasta el día 20 de enero fecha en la que partieron hacia Trujillo. Durante su estancia en el monasterio se reconcilió con ellos el Arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo y atrajeron a su causa, gracias a las buenas artes de fray Juan de la Puebla, a María Pacheco, hermana del marqués de Villena y al clavero de Alcántara, Alonso de Monroy.

Año de 1483: En septiembre, Fernando El Católico peregrina hasta el Santuario de Guadalupe desde Córdoba para tener novenas, en agradecimiento a Nuestra Señora por los favores recibidos, después de ganada Zahara y su segunda entrada en la Vega de Granada. De Guadalupe fue a Bienquerencia y Azuaga, entrando en Sevilla el 13 de septiembre con gran recibimiento y aparato de fiesta.

Año de 1486: Procedentes de Medina y camino de Córdoba, los reyes aprovecharon su paso por Guadalupe para asistir al triduo sacro de Semana Santa durante los días 20 al 23 de abril. Esta visita quedó marcada por dos hechos fundamentales en la historia de España, el encuentro de Cristóbal Colón y los Reyes en Guadalupe, de los que obtiene el plácet para poner en marcha la empresa descubridora y la firma de la Sentencia Arbitral de Guadalupe que supuso la libertad para los payeses catalanes.

   Año de 1492: Concluida la conquista de Granada, el 2 de enero de 1492, y después de organizar las cosas de Andalucía, los Reyes Católicos buscaron la paz de Guadalupe y acompañados de sus hijos dieron gracias a Dios y a su Santa Madre por la victoria conseguida, llegando el día 10 de junio hasta final de mes. Con tal motivo los monjes jerónimos levantaron en el poniente del Monasterio la Hospedería Real, obra del famoso arquitecto Juan Guas, inaugurada por los Reyes Católicos durante esta estancia.

El día 20 de junio firman los Reyes Católicos también las dos sobrecartas dirigidas a Juan de Peñalosa urgiéndole la entrega de las dos carabelas a Cristóbal Colón, con lo que da inicio la gesta descubridora.

Año de 1502: Por el camino del sur, subieron Isabel y Fernando desde Andalucía hasta Guadalupe, camino de Toledo, donde iban a celebrar cortes. Esta fue la última vez que la Reina peregrinaría a Guadalupe, aunque su paraíso como ella le gustaba llamar, permaneció en su corazón hasta su último aliento, como dejó constatado en su testamento, que mandó se guardara en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe[19].

Año de 1511: La muerte de la Reina Isabel (1504) rompió todo equilibrio de fuerzas entre nobles, eclesiásticos y ciudades, desencadenando fuertes turbulencias, haciendo peligrar las bases del estado moderno que los Reyes Católicos habían construido con tanta diplomacia y tesón, por lo que no es de extrañar que Fernando volviera en enero y julio[20] de este año buscando una vez más el apoyo del monasterio (Conquista de Orán y Santa Liga contra Francia), aunque la presencia de su actual esposa, la joven Germana de Foix debía perturbar a la Comunidad, que tenían todavía tan reciente la presencia de la Reina Católica[21].

Año de 1516:  El destino marcó a Fernando el Católico su último peregrinaje por el Reino de Castilla y ése no podía ser otro más que el Santuario de Guadalupe, donde se dirigía para presidir capítulo de las órdenes militares de Calatrava y Alcántara, falleciendo en la casa de Santa María de Guadalupe, granja que tenía el monasterio en Madrigalejo (Cáceres).

 

3. La última voluntad de la Reina

            Como mujer de profunda fe, tenía asumido que la vida es de Dios, y que la hermana muerte como así la sentía san Francisco, es el rasero que a todos iguala. Como reina la perturbaba su cercana muerte por la incertidumbre y los densos nubarrones que se cernían

 en la sucesión del reino, ya que éste quedaba en manos de su hija Juana, incapacitada para el gobierno y de su yerno, Felipe El Hermoso que no sentía el menor aprecio por los asuntos de Castilla y de León y de Aragón, de ahí que nombre a su esposo, Fernando, regente.

            En esta diatriba, la reina, esposa y madre, a pesar de su prolongado sufrimiento, mantiene la lucidez de todo buen gobernante y con tranquila conciencia y objetividad reposada otorgó su testamento cerrado, en el que repasará los hechos trascendentes de su gobierno, el orden de los negocios, la justicia en todos los actos, el bienestar de los súbditos, el engrandecimiento del pueblo, los irresistibles brotes de sincera piedad, el amor respetuoso a su esposo, la tierna responsabilidad de educadora de sus hijos, la gratitud a sus leales servidores, la prudencia en su proceder, la humildad, la modestia, la sinceridad, el tesón, la paciencia y una visión estadista de la que hizo gala a lo largo de su existencia[22].

            En su cláusula 46 la Reina Católica ordena los lugares de custodia, tanto del testamento original como de los dos traslados autorizados que se habían de hacer, con el fin de facilitar la consulta de los mismos. El testamento original manda fuera depositado para su custodia en el Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, “para que, cada e quando fuere menester verlo originalmente, lo puedan allí fallar…” y los traslados fueran depositados igualmente en la Catedral de Toledo y en el Monasterio de San Francisco de Granada.

            Además de su afecto personal por este santuario, paraíso y recreo espiritual, era un lugar seguro y adecuado para su custodia, con muy buena fábrica y bien defendido, con una de las mejores librerías del reino[23] y un archivo perfectamente custodiado y ordenado, con más de 140 monjes piadosos y muy ilustrados destacando en todas las ciencias del saber.

            Muerta la Reina Isabel, el 26 de noviembre de 1504, en Medina del Campo, el testamento siguió los pasos inciertos del reino, en el que intervendrán distintos actores, el propio Rey Fernando El Católico, el Cardenal Cisneros y el propio secretario de la Reina, Gaspar de Gricio, como veremos a continuación.

            En 1506 cuando el Rey Católico fue avisado del regreso a España de su hija Juana, Reina de Castilla, llevó en el equipaje, además de todo su sequito de nobles, prelados y secretario, el testamento y codicilo originales de la Reina[24].

            Desde de la Coruña, Fernando el Católico, cansado de esperar para ver a su hija, marchó por la Bañeza leonesa a la comarca de Sanabria donde llegó el día 20 de junio de 1506 a la aldea y monasterio de Santa Marta de la Riba de Tera[25]. Allí esperó a su hija y yerno ordenando se hiciera lectura del testamento de la Reina Isabel  y se hicieran los dos traslados autorizados que la Reina había dispuesto, entre otras cosas para mostrárselos a ellos y cumplir al mismo tiempo con el Monasterio de Santa Isabel de la Alhambra de Granada y con la Iglesia Mayor de Toledo, con “el fin de que allí los puedan ver todos los que del se entendieran aprovechar”.

            Así lo testifican, tanto el alcalde de Santa Marta, Alonso Corrisco, el comendador mosén, Juan Cabrero, el secretario Gricio y otros tres testigos del rey de Aragón: Luis Ladrón, Juan de Otalora y Juan de Villoria. Es decir, al día siguiente de haberse celebrado la entrevista en la arquería del Remexal.

En 1509, el 22 de junio, Fernando El Católico dispone hacer un archivo en la villa de Valladolid en la casa de la Audiencia de la Cancillería y designa al bachiller Salmerón para que recoja los papeles dispersos tocantes a la corona[26]. Dicho deseo no debió de materializarse, al menos en su integridad, ya que, posteriormente, en 1516 el Cardenal Cisneros, regente por disposición testamentaria de Isabel[27], escribe a Diego López de Ayala para que intente recuperar los documentos dispersos[28].

En 1510, el Rey Católico en ejercicio de su plena regencia, después de muerto, Felipe El Hermoso y Gaspar de Gricio, secretario particular de la Reina, debió sentir escrúpulos por no haber cumplido la última voluntad de la Reina, quizás motivado por la visita al Monasterio de Guadalupe, en enero de 1511. Por tal motivo, manda buscar en la Cámara Real el testamento de la Reina Isabel y solo localizan la copia autorizada en Santa Marta.

            Así en la carta que manda escribir el rey a la Comunidad Jerónima y a su prior, el 5 de enero de 1511 les comunica que el original del testamento “de presente no se ha podido haber”, por lo que recurre al subterfugio, con su autoridad absoluta, a declarar la copia autorizada como el propio testamento original y manda a su secretario que de ella saquen dos o más copias.  No sabemos cuántos ejemplares mandó sacar Andrés de Ondarza, escribano y secretario de la Reina. Simancas recibió una copia de éstas, según recoge su catálogo V, número 2.961.

            Seguramente que, en su visita al monasterio en enero 1511, el rey traslada a la Comunidad jerónima las vicisitudes que rodean al testamento, comprometiéndose a enviar dichos documentos tal como se recogen en sendas cartas escritas por Juan López de Vidaurreta, al prior y comunidad del monasterio, fechadas el 26 junio de 1511:

La número 119 dice lo siguiente:

[Cruz]. A los muy rreverendos senores padres el prior e vicario e ofiçiales del convento de Guadalupe.

[Cruz]. Muy rreverendos señores.

El Rey nuestro señor, me mandó dar e entregar de la Cámara de su alteza dos escripturas signadas, amas del secretario Gaspar, que haya santa gloria, e abtorizadas ante juez, la una es el testamento e la otra es el cobdeçillo, amas de la Reyna doña Ysabel, nuestra señora, que aya santa gloria, para que las enbiase con persona de rrecabdo a esa muy debota Casa para que ende las rreçibáys e tengáys en guarda a buen rrecabdo, para que cada e quando fuere menester veerlos oreginalmente se puedan fallar en ese Monasterio, porque así lo dispuso e mandó por ese mismo testamento su alteza, que Dios tiene. E conpliendo la dicha disposiçión lo ha asy mandado el Rey, nuestro señor, que Dios guarde, a estas escripturas son avidas por testamento e cobdeçillo oreginales e los traslados destos se hallarán en otras partes donde su alteza dispuso de manera que esas oreginales han de quedar en el depósito e guarda desa Casa perpetuamente. Enbio las dichas escripturas çerradas y selladas porque el mensajero  ni otra persona alguna non las pueda veer ni abrir, deben las rreçibir  vuestra rreberençia, e  en tanto que el Rey, nuestro señor, probea de la manera que se deben guardar en alguna arca e lugar de grand rrecabdo que tenga tres llaves, la una que tenga el prior e las otras dos, los dos oficiales prinçipales de la Casa, para que cuando se ovieren de ver las dichas escripturas, pues son de tanta ynportancia que non pueden ser mayor, se aya de abrir  e çerrar el arca o lugar donde estuvieren en presencia e por manos e autoridad de todos tres que tobieren las dichas llaves e las dichas escripturas, ni cosa del que en ellas está non se debe ver ni mostrar a persona alguna sin que aya para ello çedula firmada de su alteza mandarán vuestras merçedes abrir la cubierta que va sellada e concçierten las datas e testigos e notario de las dichas escripturas por la rrelaçión del testimonio que ha ordenado de acá, e mandarán dar a Bernaldino de Loarte, mi criado que llas llieba, testimonio firmado de vuestros nonbres e signado de escribano público  de cómo ha entregado las dichas escripturas, e serán dos testimonios de un thenor, el uno que yo he de entregar al Rey, nuestro señor, e el otro que yo he de guaradar para mi descargo. Nuestro Señor haga bien aventuradas las muy rreverendas personas de vuestra merçedes como desean. De Vidaurreta a veinte e seis de junio de quinientos e onze años.

Besa las manos de vuestras merçedes. Jº López [rúbrica].

La nº 120 dice lo siguiente:

[Cruz]. Al muy rreverendo mi señor el prior de Guadalupe

[Cruz]. Muy rreverendo señor.

El Rey, nuestro señor, me mando enbiar a esa santa Casa dos escripturas de grande ynportançia, que son el testamento e cobdeçillo de la Reyna doña Ysabel, nuestra señora, de gloriosa memeria que haya santa gloria, para que allí estén guardadas e depositadas oreginalmente. E éstas son avidas por oreginales sobre todo, e han las rreçibir vuestra merçed e los otros oficiales principales de la casa, segund que por otra mi carta a vuestras mercedes dirigidas se contiene. Suplico a vuestra merçed que luego mande juntar los dichos oficiales e rreçibir las dichas escrituras e dar testimonio de la entrega della a Bernaldino de Loarte, mi criado, portador desta que las lleva, e sy vuestra merçed alguna cosa me manda soy y seré su servidor  e desa muy santa Casa para siempre, e porque por la voluntad de dios esto de presente muy fatigado de una mala dolençia que he pasado e de que me ha llebado nuestro Señor a mi muger, suplico a vuestra merced encomiende su ánima a mí a ese noble Convento en sus sacrifiçios e oraçiones como a servidores del, e ese moço, mi sobrino, que hay está mande vuestra merçed aver por encomendado. Nuestro Señor haga bien abenturado su muy rreberenda persona como desea. De Vidaurreta a XXVI de junio de 1511. Besa las manos de vuestra merçed su obediente hijo. Jº López [rúbrica].

           

Según se desprende por la conformidad que el prior y la comunidad jerónima hacen de la llegada de dichos traslados, éstos los dan por originales. Buena prueba de ello es que los registran con las siguientes signaturas: Cax. XLII, señal Y. XV bajo el título: “Testamento de la Reyna doña Isabel”.

            Así queda de manifiesto también en las mencionadas cartas: “e estas son ávidas por originales sobre todo” y añade que el portador de sendas escrituras es su sobrino Benardino de Loarte, el mismo que figura en el asiento 2.961 del capítulo V de Simancas.

 

4.- ¿Se cumplió la voluntad de la Reina?

            A principio del siglo XX, tras la llegada de los franciscanos (1908) entre aquella vorágine de destrucción y abandono,[29]  los hijos de san Francisco comenzaron a restaurar la Casa de Nuestra Señora de Guadalupe.

            Entre los miembros de esa primera Comunidad destacan fray Germán Rubio Cebrián, guardián y párroco de Guadalupe e insigne historiador[30] y fray Carlos Gracia Villacampa[31], verdadero estudioso de archivos, académico y correspondiente de la de Sevilla, San Fernando de Madrid y de la Hispano-Americana de Cádiz.

            Localizado el archivo del Monasterio de las “tres llaves”[32], al lado de la torre de Santa Ana, encima de la capilla de Santa Paula, hallaron, entre un importante montón de hojas sueltas, trozos de pergaminos, sellos caídos, envueltos de documentos, uno con la siguiente rúbrica: “Yo la Reina”, lo que según el padre Germán Rubio, le emocionó extraordinariamente:         

Hete aquí que se nos viene a las manos una hoja de finísima vitela”. Se trataba del sobre en que había sido enviado a Guadalupe el testamento original de la Reina Católica, según consta en el mismo[33].

            ¿Dónde estaban dichos documentos, el testamento y el codicilo? La respuesta la hallaron al poco tiempo en el despacho parroquial[34], en el que había un montón de legajos. En uno de ellos apareció con la misma signatura que tenía el sobre del “Testamento autorizado de la Señora Reyna La Católica doña Ysabel” y el “Codicilo autorizado de la Reina doña Ysabel, que aya santa gloria”, aunque con todo no eran los originales.

            El tesón del Padre Germán Rubio, como buen aragonés, y la ayuda inestimable de fray Carlos Gracia Villacampa los llevó a localizar también las dos cartas originales de 1511, en las que consta la entrega de dichos documentos originales, ya transcritas anteriormente.

En 1538 la Comunidad Jerónima traslada el Archivo Histórico que estaba encima del coro a otro lugar más seguro al lado de la torre de Santa Ana y, al no poder mudar los cajones de las escrituras, fueron colocadas con orden distinto, por lo que hubo que tachar las antiguas signaturas de algunas y poner las nuevas. En el testamento y codicilo de la Reina se hallan también borradas su antigua signatura que era “Caxon XLI-XLII. Y. XV” y se escribe la nueva: Caxon LXII y señal J. XXXIX[35]. Antes de esta fecha el archivero ya había echado de menos los originales.

En 1552, la Cancillería de Valladolid, en nombre del emperador, ordena al monasterio que, con motivo del pleito del Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco exhibiesen el testamento y codicilo de la Reina, “que el registro original, diz que estaba en el Monasterio de Guadalupe”, como asegura la real provisión.

Llegados los de San Vicente de Sonsierra a Guadalupe, el 19 de abril de 1552, requieren al Padre Pedro de Huelamo, mayordomo mayor, para que exhibiese el testamento y codicilo original. Mandado buscar dichos documentos por parte del padre Vicario, pues el padre Prior estaba fuera, “no halló original, sino un traslado del signado por el secretario Gaspar Gricio, por lo que se resistió a que dicho traslado saliera del monasterio”.

Ante tal negativa, los de San Vicente recurrieron de nuevo a la Cancillería de Valladolid. Un mes después, el 7 de mayo mediante sobrecarta, urge su entrega. Obedecida y ejecutada la sobrecarta del emperador, el día 23 de mayo de 1552, el padre Vicario entregó los traslados autorizados, tal como consta en el dorso de cada uno de los dichos documentos:

“En Valladolid, a 2 días del mes de junio de mil e quinientos e cincuenta y dos años me entregó estas scripturas Pero Xerez…”[36].

 

Según el Padre Carlos Gracia Villacampa en 1598 todavía estaban los originales en Guadalupe al comprobar una documentación en la que los jerónimos confirmaban ante notario tener los originales del testamento y codicilo tras la solicitud del rey Felipe II de un traslado de ambas escrituras firmado en san Lorenzo del Escorial el 2 de abril de 1598:

“Yo, Juan Gonzalo Durán, escribano publico… lo corrija luego V.R. (P. Sigüenza) con su original y se lo traiga a la vuelta…”[37].

Según Patronato Real, el testamento original de la Reina Isabel La Católica se recuperó de manos de un clérigo, entre 1520 y 1521[38], tras la disposición del emperador Carlos V y de su hijo el Príncipe Don Felipe de crear el Archivo de Simancas para recoger todas sus escrituras, con el apoyo de la bula promulgada por el Papa Clemente VII de 1 de agosto de 1531 bajo pena de excomunión mayor para todas aquellas personas que habían tenido escondido documentos de diversos temas y “principalmente las cartas de testamento y últimas voluntades de los Reyes Don Fernando y Doña Ysabel, de feliz recordación…”, su ingreso en el Archivo de Simanca debió tener lugar en el año de 1545[39]. Por su parte, el codicilo, que extrañamente se había desgajado del testamento, se incorpora a la Biblioteca Real, formando parte de un tomo de varios (T.301) del que se separa en 1881. Actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de España[40].

5.- Conclusión

            Vista la documentación que existe y las vicisitudes sobre el testamento y codicilo de la Reina Isabel La Católica, éstos estuvieron perdidos durante el siglo XVI, primeramente, quizás custodiados por el secretario de la Reina, Gaspar Gricio y posteriormente por el Cardenal Cisneros, como regente.

Los documentos enviados por Fernando El Católico en 1511 al monasterio fueron las copias de 1506, pues al no encontrar los originales, las autentificó con su propia firma como verdaderos originales, tal como se refleja, tanto en las cartas como en el envoltorio, testamento y codicilo.

            Un detalle no menor, es que al entrar en el archivo dichas copias autentificadas, se las registró con su propia signatura. Por tanto, si el original del testamento y codicilo hubieran llegado en algún momento, cumpliendo así la voluntad testamentaria de la Reina, la pulcritud, el desvelo y la rigurosidad con la que la Comunidad Jerónima de Guadalupe llevaba todas sus oficinas, dichos documentos originales debían de tener igualmente la correspondiente signatura del archivo de Guadalupe, tal como se hizo con las copias y envoltorio.

            Por el contrario, el original del testamento, no tiene ninguna signatura del Real Monasterio de Guadalupe, sí, en cambio, del Archivo de Simancas y el sello del Archivo Nacional parisino, que refleja su estancia en el país galo, donde llegó tras la rapiña de las tropas francesas llevada a cabo durante la guerra de la Independencia.

            Aunque, si tenemos en cuenta la afirmación del padre Gabriel de Talavera, el testamento fue escrito e iluminado en el Scriptorium de Guadalupe[41]. Un motivo más para exigir que se cumpla definitivamente la voluntad de la Reina Isabel, que quiso que su espíritu y su obra permanecieran siempre junto a Santa María de Guadalupe y en su santa casa[42], en la que ella decía sentirse en su propio paraíso.

            Con este estudio Guadalupe quiere unirse a la celebración del 550 aniversario de la proclamación de Isabel I como Reina de Castilla (13 de diciembre de 1474) y a los trabajos de la Comisión Diocesana para la causa de beatificación de la Reina Isabel La Católica, deseando ver beatificada a esta sierva de Dios, que hizo posible la llegada de la fe al Nuevo Mundo y trabajó incansablemente, como consta en su propio testamento, por la dignidad de los pueblos indígenas a los que reconoció como súbditos, con todos sus derechos y deberes.



[1] RAMIRO CHICO, Antonio. “La última visita de Fernando El Católico a Guadalupe, en el V Centenario de su muerte (1516-2016)”, en Revista de Estudios Extremeños, 2016. Tomo LXXII. Número III, pp. 1739-1752.

[2] RAMIRO CHICO, Antonio, “Guadalupe y Alfonso El Onceno”, en Guadalupe, 826 (2011), pp. 10-17.

[3] LLOPIS AGELÁN, Enrique. “La gestión de un gran holding de empresas en la España medieval y moderna: el Monasterio de Guadalupe”, en Guadalupe y la Orden Jerónima. Una empresa innovadora. Actas del congreso. Badajoz, 2008, pp.31-68.

[4]  GARCÍA RODRÍGUEZ, Sebastián, OFM. “El trono de Nuestra Señora de Guadalupe”, en El Camarín de Guadalupe. Historia y esplendor. Arganda del Rey (Madrid), 1996, p.90.

[5] ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Arturo. Cien personajes en Guadalupe. Madrid, 1995, p.163.

[6] MÜNZER, Jerónimo. “Relación del Viaje”, en Viajes de Extranjeros por España y Portugal, desde los tiempos más remotos hasta fines del siglo XVI. Recopilación, traducción, protocolo y nota por J. García Mercadal. Madrid, 1952, pp.328-417.

[7]ECIJA, Padre Fray Diedo. Libro de la Invención de esta Santa Imagen de Guadalupe: y de algunas cosas particulares y vidas de algunos religiosos de él.” Cáceres. 1953, p. 337.

TORREJÓN, Fr. José OFM., “Los Reyes Católicos y el Monasterio de Guadalupe”, en El Monasterio de Guadalupe, 434-436 (1952), pp.3-7.

[8] ESCOBAR PRIETO, Eugenio. “Visitas de los Reyes Católicos a Guadalupe”, en Guadalupe, 33 (1908), p. 220.

[9] RUBIO, Germán OFM, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Barcelona 1926, p.110.

[10] ROVIRA LÓPEZ, Elisa. “V Centenario de la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486-1986)”, en Guadalupe, 682 (1986), pp.135-142.

[11] RAMOS, Demetrio. “Las visitas de Colón a Guadalupe y el cumplimiento del voto del viaje de retorno”, en Guadalupe, 674-675 (1985), pp.13-32.

[12] A.M.G. Leg. 4. Doc.89.

[13] ECIJA, Fray Diego de OSH. Obr. cit. p. 351.

[14] GARCÌA, Sebastián OFM. Guadalupe de Extremadura en América. Madrid, 1990, pp. 55-69.

[15]ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Arturo. “Relaciones entre los Reyes Católicos y el Monasterio de Guadalupe”, en Ciencia y Santidad, 194 (1951).

[16] CORTÉS ALONSO, Vicenta. “El catálogo de los documentos de los Reyes Católicos en el Monasterio de Guadalupe”, en Bienes Culturales, 4 (2004), 11-18.

ESCOBAR PRIETO, Eugenio. “Epistolario Guadalupense de los Reyes Católicos”, en El Monasterio de Guadalupe, 20, 21, 22, 23, 25, 27, y 28 (1917).

BARRADO MANZANO, Arcángel OFM. “Índice de los documentos auténticos de los Reyes Católicos”, en El Monasterio de Guadalupe, 434-436 (1952), pp.54-59.

[17] ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Arturo. “Visita de los Reyes Católicos al Real Monasterio de Guadalupe”, en El Monasterio de Guadalupe, 434-436 (1952), pp.14-19.

ESCOBAR PRIETO, Eugenio. “Visita de los Reyes Católicos a Guadalupe”, en Guadalupe, 31, 32, 33, 34 y 47 (1908).

[18] BARRADO, Arcángel OFM, “Promesa de matrimonio de Isabel de Castilla en Guadalupe (1464)”, en Guadalupe, 584(1969), p. 339.

    MENÉNDEZ PIDAL, Ramón. Historia de España, tomo XVII. Vol. I. Madrid, 1969, pp. XXXIV, LXIV y CXIV.

[19] RUBIO, Germán OFM. “Los originales del testamento y codicilo de la Reina Católica en Guadalupe”, en El Monasterio de Guadalupe, 21 (1917) 198-202; 22 (1917) 218-221; 23 (1917) 242-244; 24 (1917) 274-276; 25 (1917) 290-293; 26 (1917) 314-317; 27 (1917) 338-341; 28 (1917) 362-364.

[20] Con fecha 7 de julio de 1511, El Rey dirige desde Guadalupe a la Audiencia y Chancillería de Granada una carta firmada en la Villa de Guadalupe con motivo del pleito que tienen los vecinos de la Puebla con el monasterio para que se pusiera fin lo antes posible a dicho pleito.

[21] TALAVERA, Fray Gabriel de OSH. Historia de Nuestra Señora de Guadalupe…Toledo, 1597, fol. 93 vto.

[22] GONZÁLEZ SÁNCHEZ, Vidal. El Testamento de Isabel la Católica y otras consideraciones en torno a su muerte. Estudio. Madrid, 2001, pp. 93 y ss.

[23] RAMIRO CHICO, Antonio. “La librería de Guadalupe y sus incunables”, en MuyHistoria: Monasterio de Guadalupe la gran joya de Cáceres. Madrid,2023, pp.141-149.

[24] HUARTE, Amalio. “El Testamento de Isabel la Católica estuvo perdido en el siglo XVI”, en El Real Monasterio de Guadalupe, 354 (1945), pp. 49-54.

[25] RODRÍGUEZ MUÑOZ, Pedro. “Un colaborador de los Reyes Católicos: Miguel Pérez de Almazan”, en Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses. Palencia: Instituto Tello Téllez de Meneses. Núm. 6 (1951), p. 132.

[26] HIDALGO BRINQUIS, María del Carmen, IPHE. “La documentación de Isabel I en el Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe”, en Guadalupe y la Reina Isabel. Bienes Culturales. Revista IPHE, 4 (2004), p. 59, nota 21.

[27] ARÉVALO SÁNCHEZ, Antonio OFM. “El fraile Gobernador y Guadalupe..”, en revista Guadalupe, 856 (2017) pp. 20-27; 857 (2018), pp. 10-18.

[28] Momento que el Cardenal Cisneros aprovechó, quizás para hacerse con el Testamento, ya que resulta extraño que él como Arzobispo de Toledo, no reclamara el traslado autorizado de la Catedral de Toledo.

[29] RAMIRO CHICO, Antonio, “De Santuario a despojo nacional”, en Ladesamortización: el expolio del patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España: actas del Simposium. San Lorenzo de El Escorial. 2007, pp.653-680.

[30] NECROLOGIO. Hermana Muerte. Cáceres, 2002, pp, 91-92.

[31] NECROLOGIO. Obr. cit. pp, 145 y 146.

[32]La Reina Isabel ordena se guarde su Testamento y codicilo en el Monasterio de Guadalupe bajo tres llaves. Así lo hace la comunidad jerónima de Guadalupe en 1538, cuando traslada el Archivo y coloca una doble puerta de cerramiento con sus respectivas llaves más la del cajón correspondiente.

[33] A.M.G. Leg. 4. Doc. 115: Texto completo que aparece en el sobre:

Anverso: Para Nuestra Señora de Guadalupe/ Es el testamento de la Reyna doña Ysabel y su codicilo. / A de ser muy secreto y no lo ha de ver nadie ni se/ ha de dar syn çedula del Rey, como pareçe por las/ cartas que aquí están del contador Juan López. / Después abrió por (acuerdo) del Consejo para verse. / Acerca? de lo del marquesado de Moya.  Y. XV / Plogo? que la señora Reyna doña Ysabel, que/ que el original fuese puesto/ de su nombre y se selló de su sello/ su consejo, y lo sellaron con sus sellos/ traher aquí a Guadalupe según ella en el/ hiziesen doss trasumptos autorizados/ y el otro en el monasterio de Sant/ mo fue que contra su mandado de la señora/ original de su testamento, sino este tras/ del codiçilo según aquí pareçe/ aya santa gloria, mando en su testamento/ aquí en Guadalupe, el qual Su Alteza firmo/ y lo firmaron tres obispos y quatro de/ y este original testamento tenían de/ lo mando en especial capítulo deste testamento/ y el uno se pusiese en la Santa

Yglesia ( )/ Francisco en el Alambra de Granada co?/ Reyna doña Ysabel (en el ( )/ lado autorizado ( ).

 

Reverso: Testamento de la Reyna doña Isabel/ J. XXXIX. Caxon XLII/ El doctor de Oropesa, el Viejo, me dixo/ a m,i que la Reyna  (doña Ysabel) avia mandado en su testamento/ que el original se pusiese en (Guadalupe), y que el era el testi-/ go dello porque estaba firmado de dicho doctor y aun según fama el lo or-/ deno el dicho testamento.

[34] Con motivo de la desamortización de Mendizabal (1835) los monjes jerónimos tuvieron que salir del Monasterio. Algunos de ellos se quedaron como párroco, ecónomo o simple coadjutores por lo que parte de la documentación del archivo histórico se trasladó a la parroquia y a ciertas viviendas de la Puebla.

[35] A.M.G. Códice 126 (Antiguo C-4). Tablas de las Escrituras. Siglo XV-XVI. Fol. 1r. 

En este mismo códice , en el folio 115 vto, aparece el siguiente registro: “La Catholica Reyna doña Ysabel, muger del Señor Cathólico Rey don Fernando V deste nombre, fellesçió en Medina del Campo y mandó en su capítulo de su testamento que el original de su testamento se pusiese para in perpetuum aquí en Guadalupe; y que del se sacasen dos trassuntos, el vno para la iglesia cathedral de Toledo y el otro se pusiese en Sant Francisco del Alambra de Granada; y no se sabe conmo se traxo acá a Guadalupe un trassunto autorizado y no el original conmo su Alteza lo mandó en su testamento. Este trassunto de su testamento tiene esta señal: Y. XV. Caxon XLII (tachado)”, y encima pone 62. Esta misma señal también figura en el envoltorio: “Y. xv”

[36] A.M.G. Leg. 4.. Doc. 116 y 117: Traslados autorizados del Testamento y Codicilo de la Reina Isabel. 

[37] RUBIO, OFM. Obr. cit. pp.339.

[38] HIDALGO BRINQUIS, María del Carmen IPHE. “La documentación de Isabel I en el Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe”, en Bienes Culturales. Revista del Instituto del Patrimonio Histórico Español, 4 (2004), p.60

[39] CONZÁLEZ SÁNCHEZ, Vidal, El Testamento de Isabel La Católica y otras consideraciones en torno a su muerte. Madrid, 2001, p. 173.

[40] https://www.bne.es/es/colecciones/manuscritos/manuscritos-histor...

[41] TALAVERA, Gabriel, OSH, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Toledo, 1597, fol. 452 vto.

[42] GARRAIN VILLA, Luis José y SÁENZ DE SANTA MARÍA VIERNA, Alberto. “Isabel la Católica y Guadalupe”, en HOY. Sábado, 14.10.23.

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