Cronista Oficial de la Puebla y Villa de Guadalupe
Los humilladeros eran monumentos religiosos o
pequeños oratorios, llamados también cruz de término, ya que solían estar
situados a las entradas o salidas de los pueblos, en los que se colocaba una
cruz o imagen, consistente generalmente en unas gradas de planta circular o
poligonal sobre la que se eleva un fuste rematado en nudo, macolla o capitel,
que sostiene la cruz, labrada en piedra, aunque también podía ser de forja,
cuyo afloramiento se produjo a partir del siglo XIV, éstos podían ser exentos y
cubiertos.
Esta antigua costumbre de los reinos de España de
elevar cruces conmemorativas de fechas o acontecimientos, o simplemente como testimonio
que fomentaba la piedad cristiana, también se desarrolló en Guadalupe como foco
importante de peregrinación, en puntos estratégicos de sus caminos,
principalmente en el del Norte o de Castilla, en el Sur y en el Oeste o de
Portugal, donde por primera vez, el peregrino divisaba el Santuario, lo que
elevaba su espíritu, arrodillándose para dar gracias a Dios por ver alcanzada
la meta de su peregrinación.
“Como refieren los que van a Jerusalén, que al
divisar esta ciudad todos instintivamente gritaban Jerusalén, Jerusalén, aquí todos al descubrir a
Guadalupe, se apean de sus caballerías y de rodillas rezan a veces y con
lágrimas una Salve a la Santísima Virgen.”
Estos tres humilladeros o ermitas de Guadalupe: la
de la Santa Cruz, San Blas y Santa Catalina presentaban características
similares en su origen conservando aún una planta abierta de dimensiones
similares, con puertas abiertas en casi todos sus lados.
1.-Humilladero de la Santa Cruz
Situado en la confluencia de las Villuercas y las
Sierras de Altamira sobre el puerto o paso del “Portazgo”, desde donde se
contempla, como dijera López de Vega, “la grandiosa estampa del Santuario, meta
de tan largas andaduras y de tan ásperos caminos”., para perpetuar la memoria
de los milagros de cautivos donde eran liberados de sus hierros y para que los
peregrinos pudieran rezar con más fervor la Salve a la Virgen.
Bella construcción gótico-mudéjar de sillería y
ladrillo que en su centro tuvo un altar y sobre su bóveda de crucería una gran
cruz y azulejos polícromos. Por la semejanza que tiene con el Templete del
Claustro Mudéjar parece que debe ser obra de Fray Juan de Sevilla.
Humilladero de la Santa Cruz o Ermita del Humilladero. Siglo XV |
Presenta planta cuadrada con pilares achaflanados en
los ángulos y puertas en cada una de las caras rematadas en arco escarzano
sobren el que se proyecta en el nivel superior otro arco apuntado y enmarcado
en un alfiz, en cuyo interior, se desarrolla una serie de arcos apuntados
menores con formas ornamentales circulares de fuerte inspiración floral, cuya
solución se proyectará en el XVI sobre el claustro Gótico. Se remata el segundo
cuerpo con canecillos lobulados sobre los que descansa la cornisa que sirve de
separación entre la pirámide superior o cubierta.
Debido a su valor patrimonial la ermita del
Humilladero que recogió los primeros besos y las primeras lágrimas de los
peregrinos ha sido restaurada a lo largo de estos cinco siglos en diversas
épocas, entre los años 1515 y 1519, sufrió la primera reforma añadiéndola las
gradas para la cruz gótica y cubriendo el techo en forma de pirámide con
hermosos azulejos, siendo la última en el 2009 con motivo del centenario del
Patronato de Nuestra Señora de Guadalupe bajo la sabia dirección del arquitecto
Antonio José Más-Guindal Lafarga.
2.- Ermita de San Blas
Antiguo humilladero, situado en el Camino de Mérida
o del Sur, dedicado en un principio a San Sebastián tal como se aprecia en el
grabado pintado por Antón de Wyngaerde en 1567 para Felipe II y que corrobora
unos años después, el padre Talavera en las primeras páginas de su obra dando cuenta
de las tres ermitas, vulgarmente llamadas humilladeros, en hora y memoria de la
Virgen soberana, de la Santa Cruz, de Santa Catalina y de San Sebastián.
Humilladero de San Sebastián, hoy Ermita de San Blas. Siglo XV. |
Como bien corroboran Salcedo y Saumell en su estudio
comparativo de las tres plantas, el humilladero de San Blas sufrió importante
modificación en su planta cuadrangular, adosándole posiblemente más tarde la
cabecera cuadrada al lado Este, con el fin de presentar el altar de la imagen
titular. También sus portadas abiertas a los cuatro frentes con arcos de medio
punto, fueron rebajadas convirtiendo sus arcos en escarzanos, tapiando las dos
laterales.
Otros elementos que nos hablan de periodo
arquitectónico diferente son los gruesos contrafuertes circulares de la nave
principal y de la cabecera, tan del gusto guadalupense, presentando los
primeros un elemento distinto, especie de anillo o moldura de ladrillo a la
altura de los salmeres de los arcos. También sus bóvedas nervadas presentan un
pequeño matiz diferenciador, la de la nave está enmarcada por arcos apuntados,
mientras que la del presbiterio está situada a un nivel más inferior. Recorre
todo el cuerpo una cornisa sobre la que descansa la cubierta también a cuatro
aguas.
En 1945, el padre Claudio López lleva a cabo la
restauración más profunda de la ermita adosándole la cabecera o presbiterio,
donde levantó un frontal de altar cerámico hecho en Sevilla en el que se
representa una escena del santo con los escudos del Santuario, de la Orden San
Jerónimo y San Francisco, obsequio de Francisco de Paula Oliva y Mack y su
esposa , donde colocó una imagen de San Blas, regalo del Ministro de la
Gobernación Blas Pérez González; las verjas fueron donadas por Eusebio González
y las andas por el ebanista guadalupense Pedro Guadalupe, la Diputación de
Cáceres también contribuyó con 10.000 pesetas con las que se construyó el ramal
o camino desde la carretera hasta la ermita, instituyendo así la romería de San
Blas.
3.-Ermita de Santa Catalina
Sobre la falta de Pico Agudo, a 760 metros de
altitud, se levanta la ermita de Santa Catalina sobre una pequeña meseta, donde
confluyen varios caminos, el de Trujillo y Berzocana, así como una vía pecuaria
que va desde San Blas a Miramontes.
Humilladero de Santa Catalina. Siglo XVI |
Este humilladero es obra del siglo XVI, de estilo
gótico con elementos mudéjares, mandado construir bajo el priorato de Fray Juan
de Siruela (1515-1519). A semejanza de los anteriores tiene también una planta
casi cuadrada con puertas o vanos a las cuatro caras con arcos escarzanos, si
bien igual que ocurre en el de San Blas, las dos laterales están tapiadas y
sobre la del fondo, se amplió o se desarrolló la cabecera, aunque al exterior
parece una sola nave con cubierta a cuatro aguas. Su interior presenta en
cambio dos bóvedas, la de la nave es de cañón apuntado, mientras que la del
presbiterio es de medio cañón, algo rebajada y a una altura más inferior, lo
que denota su posterior desarrollo.
Con motivo de la exclaustración monástica
(1835-1908), dicho humilladeros sufrieron el abandono y la desidia por lo que
sus muros quedaron grieteados y casi derruidos hasta la llegada de la Orden
Franciscana que en 1967, bajo la dirección de santo varón fray Javier Beltrán
Arrieta, párroco de Guadalupe, llevo a cabo dicha reforma, concluyendo
felizmente en 1978 con la entronización de la Santa, durante el mandato de fray
Daniel Maya García.
[Raíces de Guadalupe: "Bosquejo histórico-literario de Guadalupe", Ramíro Chico. Madrid, 2015, 84-77 pp.]
[Raíces de Guadalupe: "Bosquejo histórico-literario de Guadalupe", Ramíro Chico. Madrid, 2015, 84-77 pp.]
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