Antonio Ramiro Chico,
Cronista Oficial de la Puebla y Villa de Guadalupe
María, como madre del Salvador fue
iluminada desde el mismo instante de su concepción, al anunciar un ángel del
Señor a sus padres simultáneamente, que sus ruegos habían sido escuchados y que
concebirían un hijo, tal como se recoge
en el Protoevangelio de Santiago, escrito
probablemente hacia el año 150 y que el arte ha representado, magníficamente, con
el conocido abrazo de san Joaquín y santa Ana ante la Puerta Dorada de
Jerusalén, cuya escena está contenida en el Anuncio
del nacimiento de María en el mismo Camarín de Nuestra Señora de Guadalupe.
La originalidad y la maestría del
pintor napolitano, Luca Giordano, recrea en nueve lienzos la vida de la Virgen
María, que comienza con el Anunció del
Nacimiento de María, presentando en primer plano, la figura turbada de
Joaquín ante el ángel, cuyos brazos
indican la dirección de ese encuentro de gracia de los esposos, mientras en la
parte superior, sobre un difuso fondo se dibujan las figuras de ambos que
ascienden hacia el templo[1].
“No tengas miedo, Ana, ni creas que es un fantasma lo que tienes a tu vista. Soy el ángel que presentó vuestras oraciones y limosnas ante el acatamiento de Dios. Ahora acabo de ser enviado a vosotros para anunciaros el nacimiento de una hija cuyo nombre será María y que ha de ser bendita entre todas las mujeres. Desde el momento mismo de nacer rebosará en ella la gracia del Señor…Levántate, pues, sube a Jerusalén. Y cuando llegues a aquella puerta que llaman Aurea por estar dorada, encontrarás allí, en confirmación de lo que digo, a tu marido, por cuya salud estás acongojada. Ten, pues, seguro, cuando tuvieren cumplimiento estas cosas, que el contenido de mi mensaje se realizará sin duda alguna”.[2]
Ana, era natural de Belén y prometió
si Dios le daba un hijo dedicarle al servicio de Dios. Pasados los nueve meses,
dio a luz a una niña a la que llamó Miriam (María), tal como le había anunciado
el ángel. En esta escena, del Nacimiento
de la Virgen, Luca Giordano la presenta en dos planos: en el primero, María
recién nacida está sobre los brazos robustos de una matrona que aparece de
espaldas y sentada, rodeada de otras cuatro jóvenes que la auxilian, de las que
tres de ellas marcan una línea ascendente en paralelo con el plano superior que
inicia san Joaquín, que de píe contempla la escena y que finaliza con santa Ana
incorporada sobre un alto lecho, a la que asisten dos doncellas. La luz una vez
más irrumpe entre oscuros nubarrones y tras iluminar a santa Ana cae de lleno
sobre la humanidad de la criatura. Compositivamente la escena es aparentemente
simple, aunque tiene la virtud de permitirnos apreciarla de una sola mirada,
incluso en sus pequeños detalles, como es la presencia de un gato, cuya
presencia humaniza aun más la escena.
“Dios es verdaderamente vengador del delito, más no de la
naturaleza. Y por eso, cuando tiene a bien cerrar la matriz, lo hace para poder
abrirla de una manera más admirable y para que quede bien claro que la prole no
es fruto de la pasión, sino de la liberalidad divina”. (Caps.
III-IV del L.N.M.)
Al cumplir los tres años, y por tanto
acabado el periodo de lactancia materna, Joaquín y Ana llevaron a María al
templo para que fuera allí educada con
las demás doncellas. La bienaventurada Virgen María mientras su padres estaban
entretenidos en cambiar sus vestidos de viajes por otros más limpios y curiosos
comenzó por si sola su primera peregrinación, subiendo los quince peldaños hasta
la entrada del templo para cumplir con el sacrificio prescrito por la Ley, tal
como se puede contemplar en la tercera escena de la vida de la Virgen, la presentación
de Nuestra Señora en el templo de Luca Giordano, en la que destaca esa
línea ascendente de María subiendo las gradas del templo hasta llegar a la
reverente figura del sumo sacerdote, que sale a su encuentro. Esa misma línea
diagonal en paralelo a la principal la proyectan también tres personajes que
acompañan la escena, un hombre y dos mujeres, portando la primera un cesto con
un pichón, cumpliendo así la Ley del Señor, todo ello envuelto sobre cromáticas
nubes, que buscan ese efecto pictórico entre el plano espiritual y terrenal, y
que el italiano tan sabiamente utilizó en toda la serie de la vida de la Virgen,
quizás consciente de que la luz que penetra en esta antesala del cielo, penetra
únicamente por la linterna del lucernario.
Aquí inició la gloriosa Virgen María
su verdadero camino como Madre del Señor y de todos los hombres.
“Y cuando estaban entretenidos… la Virgen
del Señor se fue subiendo una a una todas las gradas, sin que nadie le diera la
mano para levantarla y guiarla, de manera, que, por lo menos en este punto,
nadie podría decirle que le faltaba gravedad propia de edad madura…” (Cap. VI
del L.N.M.)
Ese camino de peregrinación le va
madurando la Virgen hasta que cumplió los 14 años, cuando el sumo sacerdote
hacía volver a sus casas a las doncellas que vivían en el templo con el fin de
que contrajeran matrimonio. María de nuevo, sigue los designios de Altísimo y
se niega a volver a su casa, alegando su consagración a Dios, manifestando así
su voluntad y la de sus padres, respetando el voto de virginidad que había
hecho al Señor. Dichos desposorios se
exhiben frente a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, en los que el
Giordano ha sido fiel a los hechos fundamentales del texto, mostrando a José
con la vara florecida sobre la que reposa el espíritu del Señor en forma de paloma,
extendiendo su mano hacia María en presencia del sumo sacerdote, y como un
testigo más de dicha escena, el napolitano se asoma con sus antiparras en su
propio autorretrato.
“De acuerdo, pues, con esta profecía
(Isaías) mando que todos los varones
pertenecientes a la casa y familia de David, aptos para el matrimonio y no
casados, llevaran sendas varas de altar. Y dijo que el dueño de la vara que,
una vez depositada, hiciera germinar una flor y en cuyo ápice se posará el
Espíritu del Señor en forma de paloma, sería el designado por custodio y esposo
de la Virgen...” (Caps. VII-VIII del L.N.M.)
Desposada la Virgen su camino no se
desvió y recogida en su humilde oratorio particular, al sexto mes la visitó el
ángel Gabriel inundando la estancia con un fulgor extraordinario para
anunciarle su maternidad divina. La Virgen, no se asustó por la visión del
ángel ni quedó aturdida por la magnitud del resplandor sino que se recogió
sobre sí misma y aceptó la gracia derramada por el Espíritu Santo. Ese
recogimiento el napolitano le ha envuelto sobre un manto azul cielo en el que
apenas se deja ver el color purpura de su vestido. Arrodillada sobre su
oratorio el ángel Gabriel genuflecto, sobre arrebol de nubes, le ofrece con su
diestra la vara de azucenas, símbolo de su pureza, mientras con la siniestra
indica la fuerza del Altísimo que desciende en forma de paloma a través de un
perfecto rompimiento de gloria que inunda con su gracia a María, en cuya base
hace depositar un jarrón con rosas blancas, recordando así los misterios
gozosos del rosario.Anunciación de María. L. Giordano
“María respondió al ángel: ¿Cómo será esto,
puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de
nacer será santo y será llamado Hijo de Dios… Dijo María: He aquí la esclava
del Señor; hágase en mi según tu palabra…”. (Lc 1, 26-38)
Llena de gracia, María prosigue su
camino de peregrinación, en busca de su prima Isabel para
felicitarla por haber
concebido en su vejez, tal como le había anunciado el ángel, momento en que
entonó el canto sublime del Magníficat alabando a Dios tras subir las montañas
de Ain Karin (Karen) y poder servir así a su pariente Isabel en casa de
Zacarías, tal como recoge el Evangelio de San Lucas (Luc. 1,39-46) y las
antiguas liturgias de la iglesia. Para ello, Luca Giordano sigue la misma línea
compositiva de los demás lienzos presentando la Visitación con esas rotundas
y oscuras nubes orladas de reflejos dorados, encumbradas en la parte superior
de cada lienzo y esas elegantes y sólidas arquitecturas, con las que logra ese
doble efecto, profundidad y realismo, que se hace evidente en los primeros
peldaños del pórtico, cuya línea ascendente nos lleva hasta la figura maternal
de santa Isabel, que sale al encuentro de la Madre del Señor, cuyo saludo
proclama la humildad de María, como así se pone de manifiesto en los demás
personajes y animales que siguen expectante el acontecimiento.
“Proclama mi alma a la grandeza del Señor, y
se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha puesto sus ojos en la
humildad de su esclava, y por eso desde ahora todas las generaciones me
llamarán bienaventurada, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su
nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en
generación” (Lc. 1, 46-50).
El contexto de la espiritualidad
española de la contrarreforma y la nueva plástica de la corriente barroca van a
potenciar las escenas de la vida de la Virgen relacionadas con la infancia de
Jesús, ajenas incluso a los mismos apócrifos, aunque de los viejos relatos de
la Huida a Egipto quedó el detalle de
la palmera, que alivió la fatiga de María causada por la canícula del desierto
y alimentó con sus frutos a la familia de Nazaret. Giordano que sigue en esta
escena a los grabados de Martín Schongaüer
y Durero presenta a la Virgen con el Niño montada sobre el asno,
mientras encima y al fondo se divisa la palmera. En ésta de Guadalupe, san José
acompaña a María siguiendo los pasos que marca el ángel que tira del ronzal del
animal hacia la orilla del río, de contrapunto otro ángel de mayor estatura
parece sujetar a la Virgen por el otro lado, siguiendo las acostumbradas reiteraciones
temáticas del napolitano.
“Su sombra alivió la fatiga de María causada
por la canícula del desierto; su fruto mitigaría el hambre; de sus raíces
brotarían raudales de agua cristalina. Por todo ello la bendijo Jesús e hizo
que sus ángeles trasportaran una de sus ramas para plantarla en el jardín del paraíso”
(Evangelio del Pseudo Mateo, Caps. XX-XXI).
En frente, y a mano izquierda de la
entrada del Camarín de Nuestra Señora de Guadalupe queda la escena de la Sagrada Familia, premonitoria de la
pasión de Cristo, que María vive como madre y maestra, en un ambiente intimista
que Giordano recrea con sencillez compositiva, utilizando una cortina recogida
a la altura del arco, mientras que José muestra a María la cruz que sostiene un
ángel sobre el banco. María por su parte medita con alegría, mientras tiene sobre
su regazo a Jesús, aceptando con dolor la voluntad del Padre, cuando Jesús se
dispone a coger con su diestra la corona de espina que le ofrecen los dos
angelitos. En la quietud de la escena familiar, en primer plano, aparecen las
herramientas del carpintero y la figura de un gato, que ya utilizó también el
napolitano en la contemplación del nacimiento de la Virgen, como muestra de esa
humanidad que Cristo abrazó al ser concebido dentro del vientre de su madre, la
Virgen María.
Sagrada Familia. Luca Giordano.
“Cuando lo miré y contemplé su belleza, la
alegría desbordó mi alma, sabiéndome indigna de un Hijo así. Cuando consideré
los lugares en los que, como sabía a través de los profetas, sus manos y pies
serían perforados en la crucifixión, mis ojos se llenaron de lágrimas y se me partió
el corazón de tristeza. Mi hijo miró a mis ojos llorosos y se entristeció casi
hasta morir. Pero al contemplar su divino poder, me consolé de nuevo, dándome
cuenta de que esto era lo que él quería y, por ello, como era lo correcto,
conformé toda mi voluntad a la suya. Así, mi alegría siempre se mezclaba con el
dolor” (Revelaciones de Santa Brígida, cap. 10).
Antes de entrar a la edícula o trono
de Nuestra Señora de Guadalupe, el visitante debe detenerse en la última escena
de la vida de la Madre de Dios, la Asunción
de María, en la que Luca Giordano seguirá los pasos que narraron los
apócrifos asuncionistas, dotando a su composición de un intenso dinamismo,
desde la propia base del sepulcro vacío, contemplado por varios apóstoles e
inundado de rosas que perfuman todo el ambiente, mientras otros elevan su
mirada hacia lo alto para contemplar a María, que es elevada en cuerpo y alma
en un arrebol de nubes por ángeles y
querubines. Envuelta sobre su manto azul cielo, la Virgen abre sus brazos de
par en par y fija su mirada hacia lo alto, donde la contemplan la Santísima Trinidad, como madre y maestra
de toda la humanidad.
“Nosotros, pues, los apóstoles, al contemplar
el repentino y venerable traslado del santo cuerpo de María, dimos gloria a
Dios que nos manifestó sus maravillas acerca del tránsito de la madre de
nuestro Señor Jesucristo” (Libro de
San Juan Evangelista, c. 50).
Por tanto, toda evangelización está
siempre precedida por la intervención materna de María. Quién como Ella puede
revelar a Jesús ¿No fue en sus manos que el mundo, pastores y reyes magos
encontraron a Jesús? ¿No es Ella quien presenta a Cristo al Mundo? ¿No es Ella
quien como Maestra y testigo singular revela a la Iglesia naciente los
misterios de Cristo?[3].
El papa Pablo VI nos dijo que el
hombre moderno escucha más a quien testifica con su vida que al que enseña con
palabras, y si llegase a escuchar a maestros, sería solo si son testigos. Es
por ello que la figura de la Virgen María ilumina la misión evangelizadora.
Ella es evangelizadora porque es evangelio vivido, modelo real que el
evangelizador puede presentar al hombre al que propone la palabra salvadora
como la más alta realización del mensaje cristiano.
2. Guadalupe, río escondido de gracia
Proclamar
hoy el nombre de Guadalupe, tanto en
el viejo como en el nuevo mundo, es invocar a la Madre de Dios, que bajo este
bendito nombre se apareció a finales del siglo XIII, a un vaquero de Cáceres,
llamado Gil Cordero, a quien le confió su mensaje salvífico[4].
“Este
sitio y lugar, a lo antiguo se llamaba Cecilia Germilina, según lo afirman
graves autores, Pedro Apiano, cosmógrafo excelente y Gemma Frisio, insigne
matemático, en la descripción que hacen de las provincias de España. Pero,
ahora siguiendo a los modernos, confina este lugar y está vecino al Reino de Toledo, entre
poniente y mediodía, honrado de soberano apellido de Nuestra Señora de
Guadalupe, casa en religión célebre, en la majestad grande, en el edificio
peregrina, en los milagros famosa, en el concurso de gente, memorable, que con
devoción acuden a visitar este santo lugar: estación dichosa de peregrinos,
puerto seguro de los que en el desembarcan, pues con tanta humanidad, amor y
regalo, son recibidos”[5].
Con
anterioridad a la centuria decimotercera Guadalupe
de Extremadura, era solamente el gentilicio de un río que formaba parte del
conjunto orográfico de los Montes de Toledo, cuyo topónimo evidencia ese
fecundo mestizaje de las culturas islámica y cristiana, que sufrió durante la
reconquista toda esta zona de Extremadura (714-1492). Dicha raíz hidronímica,
seguramente preindoeuropea justifica la fertilidad de estos valles de las
Villuercas, de cuyas estribaciones apalachenses nacen cinco cursos fluviales:
Almonte, Ibor, Vieja, Ruecas y Guadalupe, de los cuales, los tres primeros
vierten sus aguas al Tajo, mientras los dos últimos rinden tributo al Guadiana.
Guadalupe
no es onomástico privativo de la región extremeña, pues aparece con
anterioridad al siglo XIII en otros lugares de España: Cádiz, Almería, Ávila,…
y en Portugal, no será hasta la época renacentista cuando la curiosidad de los
humanistas, debido en gran parte, a la expansión e importancia del Santuario de
las Villuercas, muestren interés por su etimología, originando desde entonces hasta
nuestros días, una abundante fronda de exégesis: río de lobo, río de Ibn Lubb,
río de oso, río escondido, entre otras[6].
De
todas ellas, ciertamente que la etimología árabe de Guadalupe es la más
aceptada desde el siglo XV, bien por su entronque faunístico, bien por la
presencia onomástica personal, bien por la situación orográfica, ya que la
mayoría de los guadalupes registrados están situados en zonas de larga
pervivencia y presencia cultural musulmana, como fue ésta, aunque no es menos
cierto que la terminación “lupe”, puede tener, lingüísticamente hablando, una
procedencia latina. Sea una u otra, lo cierto es que la Virgen tomó el nombre
del río, por haberse aparecido en su ribera.
Durante el último cuarto del siglo XIII, el hecho milagroso, recogido en crónicas y leyendas, como veremos posteriormente, despertó el cauce del río Guadalupe, que nace a 1.210 metros de altitud entre encinas achaparradas y blancas piedras, cuyas aguas bajan serpenteantes por umbrías y solanas, acariciando las raíces de loros, sauces, castaños y chopos. Aunque, no sabemos con exactitud la fecha concreta del acontecimiento, podemos afirmar que fue posterior a 1268, según se deduce del deslinde entre los concejos de Trujillo y Talavera, cuya línea divisoria pasaba justo por el emplazamiento de la primitiva iglesia de Santa María de Guadalupe, a la que dicho documento no hace referencia alguna[7].
Recibida la noticia de la
aparición y del hallazgo de la imagen, varios clérigos de la Villa de Cáceres y
algunos vecinos acompañaron al pastor y familia por sendas abruptas,
peregrinando al lugar del milagroso suceso, donde excavaron la tierra y
encontraron una imagen de María, dentro
de un sarcófago de mármol blanco.
Entonces construyeron allí una ermita o
“casilla
de piedra seca, en manera de chozo, cubierta de ramos y corchos; y asimismo,
juntaron algunas piedras, a manera de altar, sobre el cual pusieron la dicha
imagen. Y hecho así, todo lo sobredicho, los clérigos, con todo el pueblo que
allí era venido se volvieron, dando muchos loores a Nuestro Señor Dios y a su
Santísima Madre, que tan gloriosa se quiere demostrar en esta tierra y contaron
a todos los ausentes cómo había sido verdad todo lo que el vaquero había dicho”[8].
Esta sería la primera choza o
eremitorio que tuvo Nuestra Señora, que debido a su fragilidad no quedan
vestigios alguno, sólo dos trozos de mármol del sepulcro en el que fue
encontrada la venerable imagen, expuestos desde el siglo XV a la veneración de
los fieles en la entrada de la Basílica, cuyo testimonio sólo ha quedado, de
momento, reflejado en la leyenda.
Ciertamente,
que el hecho aparicionista debió calar de inmediato entre las gentes del lugar,
cuyo milagro corrió de boca en boca, hasta llegar al reino de Castilla y desde
allí a la sede de Avignon, ya que en 1326 tenemos el primer testimonio escrito[9],
firmado y sellado por 19 prelados (2 patriarcas, 2 arzobispos y 15 obispos). Se trata de un testimonio
episcopal, "Virgo venustíssima",
de concesión de indulgencias a visitantes y peregrinos de la iglesia de la
bienaventurada Virgen María de Guadalupe[10].
Este río escondido de gracia fue estrella evangelizadora
en el viejo mundo como en el nuevo, como podremos ver a continuación en la
leyenda e historia de Nuestra Señora de Guadalupe, que según la misma, su
imagen salió de las manos de san Lucas Evangelista, quien conoció a María, la
madre de Jesús y se hizo enterrar junto a la imagen tallada de Nuestra Señora.
Posteriormente, sus huesos fueron trasportados a Constantinopla a la basílica
de los Santos Apóstoles. Cuando sus restos sufrieron aquel primer traslado, el
emperador Flavio Mauricio se hizo cargo
de aquella imagen tallada, la cual originaría (siglos después) el culto a la
Virgen de Guadalupe de España.
La
leyenda de la imagen de Nuestra Señora Santa María de Guadalupe tiene dos partes
claramente diferenciadas. La primera, remonta sus orígenes legendarios al siglo
primero del cristianismo, atribuyendo la autoría de la talla de la Virgen a san
Lucas, quien muerto en Acaya (Asia Menor) fue enterrado con ella. Posteriormente,
en el siglo IV al hallar sus restos y la imagen, ambos fueron trasladados a
Bizancio, donde el icono de María gozó de gran devoción por su intercesión en
el terremoto que asoló la ciudad en el año 446. De allí pasó a Constantinopla,
donde permaneció hasta el año 590, que elegido Papa Gregorio Magno, recibió esta imagen que le regaló el emperador
Mauricio como testimonio de su amistad. Llevada a Roma, la expuso en su propio
oratorio.
Una
gran peste asoló la ciudad de Roma y el Papa no dudó en pedir la protección de
María por medio de su efigie. Llevada por calles, entre el clamor de la gente
vio el pueblo como cesaba la peste, mientras que un ángel limpiaba su espada de
sangre, sobre un castillo, llamado desde entonces Sant’Angelo.
Procesión Virgen de Guadalupe. Roma |
cantar en el ayre e loar a la S[an]ta Virgen diziendo: <<Alégrate, Reyna del çielo, ca el que mereciste concebir e parir ya ha resuçitado, segund dixo: E diçen que añadió sant Gregorio al canto angelical que oyó e dixo:<<Alégrate e ruega por nos>>[11].
Como
obsequio de afectuosa amistad san Gregorio Magno envío por medio de su hermano
Isidoro, la Imagen de Nuestra Señora a san Leandro, arzobispo de Sevilla,
ocupado entonces en la conversión de Recaredo e implantación del catolicismo en
el reino visigodo. Durante la travesía desde Roma a Sevilla, una muy gran
tempestad les sorprendió, estando a punto de perecer todos en la mar e invocada
de nuevo la intercesión de María, la imagen y tripulación llegaron intactas al
puerto fluvial hispalense, donde fue recibida por san Leandro, que la entronizó
en la iglesia principal de San Juan Bautista, donde recibió culto hasta la
invasión árabe, hacia el 711.
“Más uno de los clérigos que en
aquella compañía venían, movido con mucha fe y devoción, sacó la santa imagen
de la milagrosa Reina del Cielo, e hincando todos las rodillas delante de Ella,
suplicaron a la Madre de misericordia, con muchas lágrimas y entrañal devoción
y humildad profunda, los quisiese librar de tan gran peligro. Y apareciendo en
el navío gran claridad de muchas candelas encendidas, cesó aquella brava
tempestad”[12].
Perdido
su culto durante varios siglos, será en plena reconquista, a finales del siglo
XIII, en los últimos años del reinado de Alfonxo X el Sabio (1252-1284) cuando
un hecho prodigioso estremeció las sierras de las Villuercas, con la aparición
de Nuestra Señora y posterior encuentro de la imagen junto al río Guadalupe[13].
La
segunda parte de la leyenda, iniciada con el hallazgo, comienza con la aparición de la Imagen a un sencillo vaquero,
vecino de Cáceres, quién, al recontar su rebaño, advirtió que le faltaba una
vaca. Marchó en su búsqueda entre encinas, castaños y robledales hasta llegar a
un río de escasas aguas, bastante escondido y después de andar durante tres
días por la ribera derecha del mismo, encontró la vaca muerta, aunque intacta.
Quiso entonces aprovechar su piel y al hacer en el pecho del animal la señal de
la Cruz con incisiones de cuchillo, como era costumbre, se levantó viva la
vaca.
Momento
en que se apareció María al pastor, en su tribulación, le dijo estas palabras:
“No hayas miedo; ca, yo soy la Madre de Dios, por la cual
alcanzó la humanal generación redención. Toma tu vaca y ve, ponla con las
otras; ca, de aquesta vaca habrás otras muchas en memoria de aqueste
aparecimiento que aquí te apareció. Y desque la pusieres con las otras vacas,
irás a tu tierra y dirás a los clérigos y a las otras gentes que vengan aquí a
este lugar donde te aparecí, y que caven aquí y hallarán una imagen mía”[14].
-“No hayas cuidado ni llores; ca yo lo prometo a
Santa María de Guadalupe, que Ella me lo dará vivo e sano y yo (se) lo prometo
para servidor de su Casa”.
- Y mandóme más, que dijese a los que tuviesen cargo de su
Casa que diesen a comer a todos los pobres que a ella viniesen (raspado y luego
tachado) una vez al día.
- Y díjome más, que haría venir a esta su Casa muchas
gentes, de muchas partes, por muchos miraglos que haría por todas partes del
mundo, así por mar e por tierra.
- Y díjome más, que allí, en aquella grande montaña, se
haría un pueblo”[15].
Con
los propios medios y elementos de la zona construyeron una pequeña ermita y
levantaron un altar a la vetusta imagen de María, que recibió el nombre del río
Guadalupe, en cuya orilla comenzó a florecer una aldea. El rumor de sus
milagros y favores en calamidades públicas, en peligros de mar, en
resurrecciones, en cautiverio y en otras enfermedades, pronto se extendieron
por los Reinos de Castilla y Portugal y los caminos de Guadalupe comenzaron a
ser transitados por romeros y peregrinos de toda condición[16].
El
propio rey Alfonso XI (1311-1350) que, frecuentaba estas tierras, buenas para la caza del oso, en su primera
visita, hacia 1330, contempló esta pequeña iglesia en estado ruinoso y enterado
de sus favores, no dudó en encomendar a Nuestra Señora de Guadalupe la batalla
del Salado (1340). Obtenida la victoria contra los benimerines, último reino
magrebí que trataba de invadir la península Ibérica, mandó ensancharla y le
otorgó varios beneficios y ordenó edificar en sus alrededores hospitales y
albergues para peregrinos[17].
3. Guadalupe, santuario nacional y
patrimonio de la humanidad
El rey Alfonso XI deseaba levantar un gran santuario al
Oeste de su Reino, por lo que favoreció la ampliación del templo, especialmente
después de 1340, cuando confió a Nuestra Señora la batalla del Salado.
Conseguida la victoria, el monarca volvió a Guadalupe para dar gracias y mandó
“ensanchar y ennoblecer con honrados beneficios”, constituyendo el priorato
secular y declarándole de Patronato real, convirtiendo así la pequeña iglesia
en el primer Santuario Nacional del Reino de Castilla[18].
Años después, el propio monarca, concedió al prior mediante
un Real privilegio, el 28 de agosto de 1348, el Señorío temporal sobre la
Puebla, dejando así su condición de realengo a población autónoma sujeta al
señorío eclesiástico y jurisdiccional del prior. También la carta, dada en
Cadalso[19],
manda ensanchar y ennoblecer el templo de Guadalupe, que tras sucesivas
edificaciones llegó a convertirse en el templo gótico-mudéjar que actualmente
existe[20].
Claustro Mudéjar o de los Milagros. Siglo XV
De esta forma, el Santuario adquiere durante el Priorato
secular (1340-1389), un importante patrimonio espiritual y económico, gracias a
las concesiones reales, el favor de los sumos pontífices, adquisiciones,
bienhechores y peregrinos de la Santa Casa[21].
Aunque, esto también generó una serie de conflictos
sociales, que irán minando a la institución, entre otras cosas, porque cada vez
se necesita un mayor número de eclesiásticos para atender el culto, así como
los problemas de la iglesia y del pueblo.
De esta manera se gestó en 1389, la fundación de la Orden
de San Jerónimo en Guadalupe[22],
convirtiendo el santuario en monasterio, para lo que se hicieron en el templo
importantes reformas para acomodarlo a la vida monástica, ya que la vida de los
monjes estaba centrada en la oración y
el trabajo.
Durante más de cuatro siglos (1389-1835) la Orden de San Jerónimo cuidó de
forma extraordinaria el culto litúrgico y rigió con pulcritud y escrupulosidad
todos los servicios y oficios[23]
organizados en torno a la Santa Casa “para honra y gloria de Dios y de Santa
María de Guadalupe”, haciendo de este
lugar de peregrinación uno de los centros más importantes, por la devoción
popular, la cultura y las artes[24].
Para ello se dotó al Santuario de espacios verdaderamente
suntuarios: Claustro Mudéjar o de los Milagros (S.XV), Capilla de San José o
Relicario (S.XVI), Sacristía (S.XVII) y Camarín (S.XVIII), en los que las almas
de los peregrinos buscaron la paz de espíritu y ante la Señora, bebieron a
raudales ansias de santidad[25].
Al mismo tiempo, los romeros hallaban sanaciones y cuidados
para sus cuerpos maltrechos y doloridos en los afamados hospitales
guadalupenses[26],
en los que se les atendía sus dolencias físicas durante tres días, dándoles
comida, ropa y un par de zapatos.
Todo esto hizo que la devoción guadalupense, se extendiera
en estos siglos, igualmente por tierra que por mar, tanto en el antiguo como en
el nuevo mundo, como lo demuestran las continuas peregrinaciones, sus
constantes prodigios y favores, sus prácticas devocionales, sus comedias o
autos sacramentales, sus templos, ermitas y altares, sus copias y trasuntos,
algunos de incalculable riqueza, que hacen de este topónimo el nombre más
universal que tiene la Madre de Dios[27].
Durante el siglo XIX este Real Santuario, con motivo de la
Desamortización de Mendizabal (1835) y la expulsión de los monjes jerónimos de
su monasterio, pasó a ser despojo
nacional[28],
si bien la devoción a Nuestra Señora de Guadalupe, la antiguamente hallada,
tuvo en su icono de la Guadalupana, la nuevamente aparecida[29],
el mejor timbre de voz y la más bella estampa de su tez morena en cada uno de
los corazones que seguían invocando a la Madre de Dios bajo este bendito
nombre.
La
entrega del Santuario y de su Parroquia a la Orden Franciscana se llevó a cabo
mediante una Real Orden de Alfonso XIII, de 20 de mayo de 1908 y en fuerza de
un Rescripto de la Santa Sede, de 1 de agosto, oportunamente ejecutado por el
Ministro General, Fray Dionisio Schuler (1903-1911), el 8 del mismo mes y por
el Cardenal Arzobispo de Toledo, Ciriaco María Sancha y Hervás (1898-1909), el
3 de noviembre. Convertido el Real Monasterio en convento franciscano.
La
presencia de la Orden Franciscana fue la savia que necesitaba este vetusto
cenobio. Sus celdas cobraron vida, sus claustros y arcadas se volvieron a
inundar de paz y oración, sus muros grieteados encontraron la soldadura
perfecta, sus voces volvieron a sonar en el coro conventual, junto a los
músicos de Juan de Flandes y los rosetones mudéjares, volvieron de nuevo a
tamizar la luz que cada día penetra en el templo, recobrando así, todo el
esplendor que atesora este Patrimonio de la Humanidad, reconocido por la Unesco
en 1993[30].
Sacristía de Guadalupe. Siglo XVII.
El Santuario de Guadalupe en sí, es como la nueva Jerusalén, en cuyas caras poliédricas podemos apreciar las formas hieráticas del románico; la elevación espiritual del estilo ojival caracterizado por el empleo del arco apuntado, que se transforma en conopial, escarzano y mixtilíneo con decoración de calados y adornos asimétricos, sus arbotantes y agujas, sus traslucidos rosetones y vidrieras que inundan de luz sus estancias adornadas con esa monumentalidad que le dan sus imágenes que van desde ese idealismo solemne y mayestático hasta ese realismo expresionista siempre bello y sereno que aquí se fusionó con esas formas almohades y nazaríes, dando lugar a esas expresiones tan delicadas del mudéjar, cuya máxima expresión la hallamos en el claustro de los Milagros con su monumental templete; ante la barbarie de la Edad Media, el Renacimiento se recrea de nuevo en los modelos clásicos, aunque sin renunciar a la tradición cristiana, por ello sustituye el teocentrismo por el antropocentrismo, donde se afirman los valores del mundo y del hombre como bien queda de manifiesto en el ochavo del Relicario y en la sublime y sin par Sacristía guadalupense, en la que también se dejaron sentir esas notas musicales de la polifonía de sus monjes; la abundancia de ornamentación y predominio de la línea curva de la arquitectura barroca también halló cobijo en el Camarín de Nuestra Señora, con esa profusión de volutas, roleos, simbolismo y ornato, cuyo efecto deslumbrador no oscurece la presencia de María sino más bien la ensalza[31].
Como dejó escrito nuestro paisano y
dramaturgo, Antonio Reyes Huerta, Guadalupe para el mundo será un museo, tal
como lo reconoció la Real Orden de 1 de marzo de 1879, declarando su Santuario
Monumento Nacional Histórico Artístico[32],
ampliando dicho estatus en 1929 a todo el conjunto del Real Monasterio y más
tarde, en 1943 a toda la Puebla y Villa, así como a sus granjas de Mirabel y
Valdefuentes y la ermita del Humilladero (1931) . También la Iglesia a través del S. S. Pío XII quiso
reconocer en 1955 este singular patrimonio elevando su Santuario a los honores
de Basílica[33]. La
propia UNESCO a través de su Comité del Patrimonio Mundial otorgó en 1993 el
honroso título de Patrimonio de la Humanidad al Real Monasterio por su valor
excepcional y universal[34],
al mismo tiempo que reconocía que la Virgen de Guadalupe ha sido el símbolo más
representativo de la cristianización de una gran parte del Nuevo Mundo.
4. Guadalupe, estrella y camino
Nuestra Señora Santa
María de Guadalupe como bien narra su propia leyenda fue esa estrella que salió
de Oriente anunciando la Buena Nueva, bajo las manos de san Lucas Evangelista,
a través de ese rostro moreno, quemado por los rayos del sol: “Tengo la tez morena, pero hermosa, muchachas
de Jerusalén, como las tiendas de Cadar, como los pabellones de Salomón. No os
fijéis en mi tez, es que el sol me la ha bronceado” (Cantar de los
Cantares, cap.I, 5-6), y como verdadera aurora se mostró en Occidente, cuando
San Gregorio Magno invocó en Roma su protección sobre el castillo de Sant’Angelo,
pero fue sobre el trono de su santa Casa de Guadalupe cuando comenzó a
resplandecer como verdadera estrella de la mañana, entregando a san Juan de
Dios su querido Hijo, para que aprendiera a vestir a los pobres.
“Llegó a Guadalupe procedente del hospital de locos de Granada, donde lo tuvieron internado y donde conoció al Maestro Juan de Ávila. Costeaba su viaje, largo y lleno de peripecias, vendiendo haces de leña. Andrajoso, llegó a la Casa de la Señora, en cuyo templo se ocultó una noche, cuando el sacristán cerraba sus puertas y corría la cortina de la Virgen. Escondido tras una columna, rezó a la Virgen la plegaria de la Salve y, al llegar a las palabras <<Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos>>, se descorrió milagrosamente la cortina y pudo contemplar los ojos de la sagrada Imagen, quien le habló mostrándole a su Hijo desnudo y le dijo: <<Juan, viste a mi Hijo para que aprendas a vestir a los pobres>>. Sabido el milagro por el prior, padre Benavides, le tuvo veintidós días ayudando en los hospitales de Guadalupe con el hábito de donado, -que seguiría vistiendo durante muchos años-. Juan marchó a Granada, donde puso en prácticas el mensaje de Nuestra Señora y fundó la Orden de Hermanos en una vieja casa, que él convirtió en Hospital de pobres, ayudado por el prior de los monjes jerónimos de esta ciudad”[35].
La Orden Hospitalaria, fundada por San Juan de Dios, fue
aprobada por San Pío V en 1572, en la que sus miembros se obligan, con un
cuarto voto, a dedicarse al cuidado de los enfermos aún a riesgo de la propia
vida.
El 4 de noviembre de 1982, san Juan Pablo II quiso peregrinar
también hasta el Santuario de Guadalupe, igual que lo habían hecho con
anterioridad sus predecesores san Vicente Ferrer, san Pedro de Alcántara, san
Juan de Ávila, san Francisco de Borja, santa Teresa de Jesús, san Juan de
Ribera, Santa Beatriz de Silva, san Antonio María Claret, san Josemaría Escriva
de Balaguer, entre otros, para manifestar que, “junto con los hombres, junto con las generaciones de esta tierra
extremeña y de España caminaba también María, la Madre de Cristo. En los nuevos
lugares de habitación ella saludaba, en el poder del Espíritu Santo a los
nuevos pueblos que respondían con la fe y la veneración a la Madre de Dios. De
esta manera, la promesa mesiánica se difundía en el Nuevo Mundo y en Filipinas…
¡Bendita tú! Este saludo une a millones de corazones de estas tierras, de
España, de otros continentes, acomunados entorno a María, a Guadalupe, en
tantas parte del mundo”[36].
En esa misma mañana, el Cardenal primado de España y
arzobispo de Toledo, don Marcelo González Martín saludaba al santo Padre,
dándole las gracias: “vuestra visita será
fecunda para la evangelización de hoy. La Virgen de Guadalupe es también Madre
de la evangelización y por eso ha sido llamada Reina de la Hispanidad”.
Si por Hispanidad entendemos el encuentro entre dos mundos
ésta se gestó en la Puebla y Villa de Guadalupe, bajo la protección de Nuestra
Señora de Guadalupe, como la verdadera Estrella de la Nueva Evangelización, tal
como lo ha reconocido la Conferencia Episcopal Española en la Jornada Mundial
de la Juventud de 2011 en Madrid:
“A la Virgen de Guadalupe, que se venera en Extremadura, se la considera
patrona de la Evangelización del Nuevo Mundo, porque Colón recibió en el
Monasterio de Guadalupe el decreto de los Reyes Católicos que le permitió
emprender su viaje a América. Cuando regresó en 1493, lo primero que hizo fue
volver al Santuario para agradecer su protección a la Virgen”[37].
Dentro de este concepto tiene la Hispanidad una especial connotación en
lo mariano: con aplicaciones concretas a advocaciones de Nuestra Señora,
íntimamente relacionadas con los hechos más trascendentes de la presencia de
España en América, desde su comienzo hasta nuestros días. Ningún título de
María está tan íntimamente unido a los hechos que integran la Hispanidad, que
el de Nuestra Señora de Guadalupe y por su indiscutible presencia hispánica,
que se fundamenta en derechos históricos que sin desestimar en nada la
protección de otras tierras son altamente significativas en España y en el
Mundo Hispanoamericano[38].
Nos permitimos señalar los principales hechos que forjaron la Hispanidad en Guadalupe:
- Su
condición de lugar colombino que actualmente tiene Guadalupe (Cáceres),
por las visitas que durante los años 1486-1496, realizó antes y después
del descubrimiento, Cristóbal Colón a Nuestra Señora de las Villuercas.
- La
firma en Guadalupe, por los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando
de Aragón, a 20 de junio de 1492, de dos sobrecartas dirigidas a Juan de
Peñalosa, contino de la Casa Real, natural de Villanueva de la Serena y
capitán de gente de guerra. La primera para Moguer y otras poblaciones y
la segunda para los habitantes de Palos, urgiendo en ambas el cumplimiento
de las reales provisiones, de 30 de abril de 1492, es decir, el pronto
descubrimiento de nuevas tierras.
- El
voto hecho en alta mar, el 14 de febrero de 1493, al regreso del primer
viaje, como se dice en el Diario de a bordo, de la primera navegación
descubridora, en cuyo cumplimiento vino Colón a Guadalupe, como romero
para dar gracias a Nuestra Señora, después de entrevistarse en Barcelona
con los Reyes Católicos.
- La
imposición del nombre Guadalupe a la isla Turuqueira, en las Antillas
Menores del Caribe, el 4 de noviembre de 1493, en el segundo viaje, como
atestigua el mismo Colón, en una carta escrita en la Española, en enero de
1494, dirigida a los Reyes Católicos.
- El
bautizo en la Basílica de Guadalupe de los indios Cristóbal y Pedro, criados
de Cristóbal Colón, el 29 de julio de 1496, que señala este sitio, con
documentación oficial, con el primer lugar de cristianización de indios,
como ofrenda espiritual a Nuestra Señora de Guadalupe y por tal motivo
recibe el sobre nombre de “Pila Bautismal de América”.
- Las
íntimas relaciones que durante el tiempo de la incorporación de América a
la Corona de España tuvieron en Guadalupe los más insignes conquistadores,
regidores y muchos colonizadores, pobladores y otros personajes indianos.
- La
importancia que Guadalupe tuvo en América como signo de evangelización por
medio de misioneros, hermandades y prácticas devocionales.
- Las
leyes indianas, cuyo máximo legislador fue el guadalupense Gregorio López,
alcalde de la Puebla, jurista y abogado de la Real Chancillería de
Granada, oidor regio de la de Valladolid, fiscal del Consejo de Indias
(1543-1556), donde destacó como visitador de la Casa de Contratación de
Sevilla, elaborando las ordenanzas de la misma y en la fundación de la
Real Audiencia de Lima, por todo ello es considerado como el verdadero
padre del derecho indiano.
- Los
santuarios, ermitas y altares alzados en toda América a Nuestra Señora de
Guadalupe de Extremadura, como medio de devoción y expresión de la fama
que tenía en todas partes, que todavía pervive en el pueblo.
- La
abundante toponimia guadalupense en el Nuevo Mundo, prueba la devoción
sentida hacia el santuario extremeño.
- Su
condición y devoción marinera ha estado siempre muy unida a esta
advocación de Guadalupe, a la que los hombres de la mar y navegantes la
han sentido como su verdadera Patrona y Estrella, a quien obedece el mar y
respetan los vientos, como así lo proclaman los nueve códices de milagros
que se conservan en su archivo histórico.
- Los
testimonios de estrechas relaciones, devocionales e históricas, del
Guadalupe extremeño con el Nuevo Mundo (favores, ofrendas, mandas y otras
manifestaciones) recogidas en códices y legajos, en crónicas de Indias, en
historias antiguas del monasterio y en otros documentos.
- Su
aparición en la Rada de Puntallana (La Gomera), desde donde alumbró como
faro de gracia la gesta descubridora en ese ineludible tránsito entre el
viejo Mundo y el nuevo, significándose así las islas afortunadas como el
verdadero puente o puerta entre las Españas[39].
- El
hecho guadalupano del Tepeyac, en México, relacionado, al menos en lo que
se refiere al nombre Guadalupe, con el santuario extremeño[40].
Museo de la Hispanidad. Calle Barrero, 6. GUADALUPE
En este aspecto, que tanto afecta a Extremadura y en concreto a Nuestra
Señora de Guadalupe, nos complacemos en señalar los nombres más destacados de
insignes extremeños que, bajo el signo de su fervor guadalupense, llevaron al
Nuevo Mundo, la devoción sincera a Nuestra Señora de Guadalupe: Hernán Cortés,
Francisco Pizarro, Núñez de Balboa, Pedro Alvarado, Hernando de Soto, Sebastián
de Belálcazar y Pedro de Valdivia, entre otros. Junto a estos hombres de
acción, otros muchos extremeños, partieron al Nuevo Mundo para evangelizar las
nuevas tierras descubiertas, como los Doce Apóstoles de México, que desde el
convento de San Francisco de Belvís de Monroy marcharon a Nueva España, o el
humilde porquero de Ribera del Fresno, san Juan Macías, que cambio su tierra
por dar de comer a los pobres allende de los mares. Especial mención merece
también fray Diego de Ocaña, monje de Guadalupe, que recorrió la América andina
dejando varias pinturas, obras suyas de Nuestra Señora de Guadalupe, entre las
que descuella el cuadro de la catedral de Sucre, enriquecido con infinidad de alhajas
y perlas[41].
Son incontables los evangelizadores del Nuevo Mundo vinculados con
Guadalupe, que recoge el manuscrito de las Capellanías, Lámparas y
Bienhechores, códice 90 del archivo del Monasterio, junto a otros personajes
importantes que peregrinaron hasta este Real Santuario para enaltecer a Nuestra
Señora de Guadalupe.
Con razón se puede afirmar que la incorporación que recibió América
entre 1493 y 1550 fue, en gran parte, obra extremeña y más en concreto
guadalupense, pues bajo el nombre de Guadalupe, surgían en las ciudades,
templos y altares en honor de la Virgen extremeña.
Fue María, en su advocación universal de Guadalupe, la de Extremadura,
la que alentó el descubrimiento y colonización del Nuevo Mundo, dejando por
todo el nuevo continente, especialmente en la América andina, recuerdos en
Santuarios, lugares, estatuas y cuadros de su Imagen prodigiosa de Extremadura.
Todas estas relaciones históricas han contribuido a la configuración del
título de Reina de las Españas, otorgado a Nuestra Señora de Guadalupe, de
Extremadura por el rey y por el cardenal arzobispo de Toledo, Primado de
España, en el acto solemne de la Coronación Pontificia y Real de la Imagen,
celebrada el 12 de octubre de 1928.
El título de Hispaniarum Regina esculpido en la corona, labrada por
Félix Granda con autorización del rey y del primado, no expresa un plural
mayestático, cuya traducción sería Reina de España, de por sí bastante
importante y significativo, sino Reina de las Españas y de las otras naciones,
especialmente del Nuevo Mundo, que habiendo pertenecido a la Corona española,
siguen unidos por vínculos de sangre, de religión, costumbres y otros signo de
identidad hispánicas.
Pero
no hay evangelización si no hay camino: “Yo
soy el Camino, la Verdad y la Vida”. Es el mensaje que Nuestra Señora de
Guadalupe confió al pastor Gil Cordero, que
vengan a este lugar dónde ahora estás, donde los peregrinos hallaran: El
camino de la fe (Via fidei); El camino de la belleza (Via Pulchritudinis) y el
camino de la sabiduría (Via Sapientiae)[42].
Así lo vivió el príncipe de las letras españolas, Miguel de Cervantes en 1580,
cuando visitó a Nuestra Señora como cautivo redimido:
“Cuatro días se estuvieron los
peregrinos en Guadalupe, en los cuales comenzaron a ver las grandezas de aquel
santo monasterio, y digo comenzaron, porque acabarlas de ver es imposible…,
cuyas murallas encierran la santísima Imagen de la Emperatriz de los Cielos, la
santísima Imagen otra vez, que es libertad de los cautivos, lima de sus hierros
y alivio de sus prisiones, la santísima Imagen, que es salud de los enfermos,
consuelo de los afligidos, madre de los huérfanos y reparo de las desgracias.
Entraron en su templo y donde pensaron hallar en sus paredes pendientes por
adorno, las púrpuras de Tiro, los damascos de Siria, los brocados de Milán,
hallaron en lugar suyo, muletas que dejaron los cojos, ojos de cera que dejaron
los ciegos, brazos que colgaron los mancos, mortajas de que se desnudaran los
muertos, todos después de haber caído en el suelo de las miserias, ya vivos, ya
sanos, ya libres y ya contentos, merced a la larga misericordia de la Madre de
las misericordias”.[43]
5. Conclusión
Permitidme
que concluya con unas palabras de unos de los mayores peregrinos que ha dado la
iglesia, su santidad Juan Pablo II con motivo del inicio del Tercer Milenio
llamaba a la Iglesia a una Nueva Evangelización y nos decía: “Mira la estrella, invoca a María, ella es
siempre faro, sostén y estímulo para el cristiano en su navegación por el mar
agitado de este mundo. Ella es también la estrella de la evangelización, que
evoca el sello mariano de la evangelización y es también invitación apremiante
a reunirnos con María, la esposa del Espíritu Santo y para invocar con ella y
por maternal mediación, la fuerza transformadora del Espíritu Santo, que haga
de nosotros testigos de Cristo en el mundo, agentes vivos de nueva
evangelización”.
Guadalupe
siempre será camino de nueva evangelización porque este río escondido de gracia
y esta Estrella en el camino, siempre nos invitan a remar mar adentro como faro
de fe que es, pues Ella siempre está dispuesta como buena madre a guiarnos por
las aguas difíciles de la vida hacia ese puerto seguro que es Cristo.
Es necesario volver de nuevo a evangelizar con María para que esta tierra nuestra vuelva a germinar, en principios, en valores, en sabiduría, porque en Ella está toda gracia, vida y verdad, porque en Ella está toda esperanza de virtud y vida, porque su memoria es loada de generación en generación y los que una vez la gustaren, nunca la podrán olvidar, mas siempre la desearán. Y los que beben de la fuente de los dones y gracias que en Ella puso su Hijo y Señor, siempre tendrán sed. Y los que oyeren de voluntad sus consejos y doctrinas, no serán confundidos. Y los que hicieren buenas obras por su servicio, les dará todo favor y ayuda para que alcancen, la vida y gloria perdurable.
Por
este motivo, debe callar la razón y los hechos que jalonan la historia de esta
advocación para dar paso al corazón, a
la plegaria sentida, a la oración encendida, al recogimiento, a la acción de
gracias por ese don que es la fe, que en María se hizo tabernáculo, engendrando
vida eterna de salvación.
De
todos seáis loada, oh Virgen de
Guadalupe, en Europa, América, África y Asia, porque “Tú eres nuestra gloria, Tú eres nuestra alegría y el honor de nuestro
pueblo”.
[1] TEJADA VIZUETE, Francisco, El Camarín de Guadalupe. Historia y esplendor. Arganda del Rey (Madrid). 1996, pp.160-162,
[2] Liber de Nativitate Mariae. Cap. III-IV. Edición de SANTOS OTERO, Aurelio de: Los Evangelios Apócrifos. B.A.C. Madrid, 1985. En adelante citaremos con las iníciales L.N.M.
[3] GALINDO, Adela, SCTJM, “La Virgen María, Estrella de la Nueva Evangelización”, en https//corazones.org
[4].-GARCÍA, Sebastián, O.F.M. y RAMIRO CHICO, Antonio, “Guadalupe, origen y leyenda, en I Jornadas Internacionales de Historia y Literatura en la Comarca de Las Villuercas. Madrid, 2010, pp. 253-302.
[5] .- TALAVERA, Gabriel de, OSH, Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Toledo, 1597, pp. 8-12
[6].-TERRÓN ALBARRÁN, Manuel, “El nombre de Guadalupe”, en Guadalupe: siete siglos de fe y de Cultura”. Arganda del Rey, 1993, pp.157-195.
[7].-AMT.
Legajo 1.1, núm. 32 fols. 121 r. y vto: “Carta plomada del rey D. Alfonso X,
confirmando el amojonamiento realizado entre los términos de Trujillo, Toledo y
Talavera por D. Durante, alcalde del rey, y Martín Muñoz de Medellín ante los
representantes de Trujillo y Toledo. Traslado dado en Trujillo el 20 de mayo de 1405. Agradezco este interesante dato y
documento al profesor y amigo Juan Gil Montes, quien tan generosamente me
facilitó esta documentación en su día.
[8].-ÉCIJA,
Diego de, O.S.H., Libro de la Invención de esta Santa Imagen de Guadalupe y de la
erección y fundación de este
Monasterio y de algunas cosas particulares y vida de algunos religiosos
de él. Cáceres, 1953. p.49.
A.H.N. Códice 48 B, fol. 8v.
[9].-LINEHAN,Peter,
"The Beginnings of Santa María de Guadalupe and the Direction of
Fourteenth- Century Castile", en revista Journal of Ecclesiastical History, Vol.36, Nº 2, April 1985,
pp.284-304.
[10].-A.H.N. Sellos
84/9. Testimonio episcopal. Indulgencias: Virgo venustíssima, sin fecha. Puede
datarse en 1326. Publicado por LINEHAN, Peter, Obr. cit., p.304.
[11] RAMBLA, Alonso, OSH. (+1484), “Crónica Vieja del Monasterio de Guadalupe”. Edición y notas a cargo de Fray Antonio Arévalo Sánchez, OFM. Sevilla, 2016, p. 43.
[12] ECIJA, Diego de OSH, Obr. cit., p. 39
[13] A.H.N. Códice 48 B. Fundación antigua de esta Casa
de Guadalupe. Leyenda: Cap. I-IV, fols. 1-14.
A.M.E. Códice IV. a.10: Nuestra
Señora de Guadalupe. Leyenda, fols. 5 vto.-26 vto.
[14]RUBIO, Germán OFM. Historia de Nuestra Señora de Guadalupe. Barcelona, 1926, p. 21.
[Texto del C- AHN, anterior a 1400]
A.M.G. Códice 10: ECIJA, Diego de,
OSH., Libro de la Invención de esta Sancta Imagen de Guadalupe y de la
erección y fundación de este Monasterio, de algunas cossas particulares y vidas
de algunos religiosos. Siglo XVI, fols. 7 y 8.
A.M.G. Códice 1: Milagros de
Nuestra Señora de Guadalupe, 1407-1497. Leyenda Cáp.I-VII, fols.1-12 vto.
[15] RUBIO, G. Obr. cit. pp.21-22.
[16] .-CRÉMOUX, Françoise, Pèlerinages et miracles à Guadalupe au XVI siècle. Madrid, 2001.
[17].- A.H.N.
Clero. Leg. 1422, doc. 1 y carpeta 391
doc. 10.
[18] GARCÍA, Sebastián, “Guadalupe: Santuario, Monasterio y Convento”, en Guadalupe: Siete siglos de fe y de arte. Arganda del Rey, 1993, pp.25-34.
[19] ALFONSO XI, Carta dada en Cadalso, 25 de diciembre de 1340, de institución del Patronato Real y del Priorato Secular. Traslado: A.M.G. Legajo 1.
[20] ANDRÉS, Patricia, Guadalupe, un centro histórico de desarrollo artístico y cultural. Salamanca, 2001, pp.63-78
[21] LLOPIS AGELÁN, Enrique, “La gestión de un gran holding de empresas en la España medieval y moderna: el monasterio de Guadalupe”, en Guadalupe y la Orden Jerónima. Una empresa innovadora. Actas del congreso. Badajoz, 2008, pp. 31-68.
RAMIRO CHICO, Antonio, “El Monasterio de Guadalupe: De Real Santuario a despojo nacional (1808-1835)”, en La desamortización: El expolio de Patrimonio artístico y cultural de la Iglesia en España.R.C.U. Escorial-Mª Cristina. Madrid, 2007, pp. 652-680.
[22] GARCÍA, Sebastián, OFM., “Real Monasterio de Santa María de Guadalupe: Historia y actualidad”, en Monjes y Monasterios Españoles....Actas del Simposium Vol. II. R.C.U. Escorial-Mª Cristina. Madrid, 1995, pp.195-279.
[23] A.M.G.
Códice 99: Libro de los Oficios del Monasterio de Guadalupe. 1499.
ALOVERA, Fray Pablo de, OSH., Libro de la Hacienda
que la Sta. Casa de Nuestra Señora de
Guadalupe tiene en heredades, dehesas, rentas, juros, otros aprovechamientos.
1641.
[24] CRÉMOUX, François, Obr. cit.
[25] VARIOS, Modelos Arquitectónicos del Real Monasterio de Guadalupe. Sevilla, 2004.
ÁLVAREZ, Arturo, Guadalupe. Madrid, 1964, pp.167-173.
[26] MUÑOZ, Agustín, Los Hospitales docentes de Guadalupe...Badajoz, 2008, pp. 22-29.
[27] ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Arturo, La Virgen de Guadalupe en el Mundo. Culto e Imágenes antiguas. Madrid, 2000.
VICENTE YÁÑEZ, Juan, Compendio Histórico de la antigüedad, excelencias y prodigios de Ntra. Sra. de Guadalupe y sus copias. Madrid, 1899.
[28] RAMIRO CHICO, Antonio, Art. cit. pp. 653-680.
[29] TEJADA VIZUETE, Francisco, “La devoción guadalupense en Indias”, en revista Guadalupe, 713 (1991), pp. 39-46.
[30] RAMIRO CHICO, Antonio, “Bosquejo histórico-literario de Guadalupe, en Raíces de Guadalupe. Cáceres, 2015, p. 48.
[31] RAMIRO CHICO, A. Obr.cit. pp.53-54.
[32] GARCÍA, Sebastián, “Guadalupe: Santuario, Monasterio y Convento”, en Guadalupe siete siglos de fe y de cultura. Arganda del Rey, 1993, p.113
[33] A.M.G. Bularium: Breve <<Augusta Virgo Deípara>>, de Pío XII de 17 de junio de 1955.
[34] VARIOS, El Real Monasterio de Santa María de Guadalupe Patrimonio de la Humanidad. Número monográfico revista Guadalupe, 726-727 (1994), p.118.
[35] CRÓNICA HOSPITALARIA y Resumen Historial de San Juan de Dios. Madrid, 1715-1716, cap. 43.
ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Arturo, Obr. cit. P. 99.
[36] JUAN PABLO II, San, “Homilía de Juan Pablo II en Guadalupe, en revista Guadalupe, 661 (1982) , pp. 295-299
[37] DÍEZ DE RIVERA, Carla, VELASCO, Mar, Cord., “España, país de santos, tierra de María”, en La Guía. Madrid, 2011, pp. 22-23.
[38] GARCÍA, Sebastián, Guadalupe de Extremadura en América. Madrid, 1990
[39] ÁLVAREZ ÁLVAREZ, Arturo, La Virgen de Guadalupe en el Mundo. Culto e imágenes antiguas. Madrid, 2000.
[40] RAMIRO CHICO, Antonio, Museo de la Hispanidad. Sevilla, 2014.
[41] OCAÑA, Fray Diego, ÁLVAREZ, Fray Arturo, Un viaje fascinante por la América Hispana. Madrid, 1969.
[42] GARCÍA, Sebastián, OFM., RAMIRO CHICO, Antonio, “Los caminos de Guadalupe, vías de progreso y desarrollo para Extremadura”, en Guadalupe y la Orden Jerónima. Una empresa innovadora. Actas del congreso. Badajoz, 2008, pp. 135-163.
[43]
CERVANTES
SAAVEDRA, Miguel, Los Trabajos de Persiles y Segismunda. Libro III,
cap.IV, V y VI.
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