Antonio Ramiro Chico,
Cronista Oficial de la Puebla y Villa de Guadalupe.
“Así como son
ocultas las enfermedades de un cuerpo económico,
lo son también las
de un grande edificio y aunque éstos tengan
buen semblante y
disposición, suelen enfermar y morir de repente…,
por lo cual nuestros
Padres primeros ordenaron que en esta Casa,
hubiese dos oficinas
[ Obra y herrería], que atendiesen
a todas sus quiebras
y a todos sus reparos”
(Fray Esteban de
Horche, 1697),
INTRODUCCIÓN
Hace ya algunos días varios vecinos de Guadalupe me preguntaron por una cruz de
madera que cuelga desde hace varios
siglos de la fachada de la casa, hoy propiedad de los herederos de Agapito Leza Baños y Faustina Enríquez
González, situada en el número 26 de la
calle Alfonso Moreno Collado, anteriormente denominada Barrero o Barrio de la
Barrera del Tejar.
A pesar de haber
consultados varias fuentes, tanto manuscritas y bibliográficas, sobre la
historia, oficios y cartografía de la Puebla y Villa de Guadalupe, nada se
recoge sobre este hecho que forma parte de la espiritualidad de las distintas
cofradías o hermandades que desde la
Edad Media se instituyeron en la Puebla en torno a su Santuario Nacional (1340)
como lugar santo de peregrinación.
En Extremadura las circunstancias de la propia Reconquista
condicionaron el desarrollo del propio
gremio de los barreros o alfareros, debido en parte al empuje de los
almorávides y almohades, verdaderos técnicos en el trabajo del barro. No será hasta
la Edad Moderna cuando estos
profesionales alcance cierta importancia
en el desarrollo de los gremios.
En Guadalupe, dichos trabajadores desde el principio
estuvieron bajo la tutela, en primer lugar, del priorato secular y del
Patronato Real, instituido por Alfonso XI el 25 de diciembre de 1340. A partir de 1348, tras la
concesión del Señorío temporal al prior
sobre la Puebla todo el territorio quedará sometido exclusivamente a la autoridad eclesiástica y civil del prior, que será quien regule el
funcionamiento de dichos trabajadores, lo que ocurrirá hasta
las primeras décadas del siglo XIX.
BARREROS,
ALFAREROS, OLLEROS
Todos estos profesionales eran trabajadores del barro,
material imprescindible para el
importante desarrollo que alcanzó el Santuario de Guadalupe en el siglo XV, su
Puebla y granjas de esta empresa
innovadora, que tenía regulado todas sus estructuras, como se puede colegir
por el Libro de los oficios del
Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe:
“Tejar. En este tejar labran quasy IIIIº meses: junio,
julio, agosto y septiembre. Son menester aquí syete hombres. Dase a cada uno al mes LXXX maravedíes
. Gástanse aquí II mil maravediés. Vale
el millar de la teja a CCCXXX
maravedíes. Sale el çiento a XXXIII e el X a III maravedíes i III dineros. Vale
el millar de ladrillo a CCCCXL maravedíes, sale el C a XLIIIIº maravedíes, la dozena a IIIIº
maravedíes e IIIIº dineros, II mil
maravedíes”[1].
“Junio; 1. “Aquí se provea el tejar de
gente para traer la teja”.
Fray Esteban de Horche narra
también en su obra: Instrucción de un
Passagero para no errar el camino la
necesidad que tenía el Padre Mayordomo de poner todo su infjujo, para que todos
los veranos se haga abundantemente: Teja
y ladrillo, y que se haga bien, porque suele salir comúnmente por falta de
cuidado unas veces crudo y otras por dar el fuego de prisa y arrebatadamente,
quemada y derretida la obra, porque se necesita de que echen más tiempo que lo
ordinario al darle fuego y dándosele al principio con mucho tiento, y con poca
leñas y se ha de procurar que haya dos tendedores de tejas, porque no falten
los dos hornos cada semana y desde luego ha de poner gran cuidado, en que de
ninguna manera se venda uno, ni otro, porque de todo se necesita para el gasto
de Casa y para la del Arca, que son muchas y todo esto es necesario para ocupar
la gente y por falta de esta prevención suele faltar los materiales a la mitad
del invierno·.
Barreros,
eran los encargados de extraer el barro y de fabricar las tejas y los ladrillos,
elementos imprescindible para la construcción del Real Monasterio, la Puebla y
sus respectivas granjas.
Alfareros,
trabajaban el barro ayudados por el torno haciendo utensilios de cerámica y los
famosos atanores vidriados, que desde el siglo XIV utilizaron en grandes
cantidades para la cañería y conducción del agua a Guadalupe.
Olleros,
llamados así porque realizaban las ollas o vasijas, bien para el aceite, el
vino o la miel. Todos ellos productos de primera necesidad para la vida del
monasterio y sus peregrinos.
Hay dos obras que por su
importancia y colosal infraestructura
son fiel referente del trabajo que desarrollaron los “barreros” en
Guadalupe:
La primera: La traída del
agua desde el mismo nacimiento del río
Guadalupe hasta el monasterio, realizada
durante el priorato secular(1350_1367), en tiempo de Toribio Fernández de
Mena-, en cuyos veinte mil pies se gastaron más de 30.000 doblas de oro.
La segunda: La construcción
del Claustro Mudéjar con su singular templete, obra de Fray Juan de Sevilla.
Levantado el claustro sobre la antigua Plaza de Armas, ocupa una superficie de
1680 metros cuadrados y su construcción se llevó a cabo durante el priorato
jerónimo de fray Fernando Yáñez de Figueroa
(1389_1410), en el que se utilizó principalmente ladrillo aplantillado y barro
crudo, con mortero de cal.
EL
TEJAR
El
Monasterio poseía un Tejar a las afueras de la Puebla, en el barrio de Arriba, al
final de la barrera del Tejar, por debajo de la calle Matorral y por encima del
actual centro de ASDIVI, en medio de dos huertas que poseía el
Monasterio en aquella época, tal como recoge nuestro paisano José
Antonio Jorge en el interesante mapa que elaboró de la Puebla de Santa María de
Guadalupe para el siglo XVI, publicado en el anexo del libro El Arca del Agua, de fray Hipólito Ámez
Prieto.
Enfrente
de la puerta de entrada al tejar había dos hornos de teja y ladrillo[2],
que se utilizaban para cocer dichos materiales de construcción, que junto con
el horno de cal del Mato estaban principalmente destinado para cubrir las
necesidades materiales de sus edificios, como los demás ingenios artesanales,
estaban grabados con los censos perpetuos, por lo que su rentabilidad era muy
alta, superior incluso, a la que producían los propios molinos del monasterio.
Solamente los hornos de teja estaban valorados en 2.000
reales anuales, a los que se debe sumar los 2,200 reales del honor de cal.
Tanto en uno como en otro existían una serie de estructuras que se
completaban con un número de edificios añadidos: 5 casas eran
necesaria para almacenar el producto y las cuadrillas de trabajadores que se
encargaban de los hornos, moraban cerca del lugar de la fabricación, principalmente
en la barrera del Tejar.
La arcilla, según nos ilustra
Jose-Carlos Salcedo Hernández en su tesis doctoral Urbanismo y Arquitectura de la Puebla
de Guadalupe se obtenía de zonas arcillosa de los rellenos terciarios de derrubio de ladera dentro
de su propio término. La arcilla de mayor calidad era la que se utilizaba para
la formación de ladrillos, tejas y caños, previa cocción en sus respectivos hornos.
Los ladrillos fabricados en Guadalupe tenían un formato mayor
a los ladrillos actuales (36 x 16 x 5 cms). También se fabricaban baldosas y azulejos, de formato cuadrado
entre 2,5 y 3 cms, que por su bajo grado de cocción se empleaban siempre para interiores.
La teja cerámica, formato árabe o romano de Guadalupe es de
cañon, de 20 cms de cuerda mayor, que tiene como módulo el antebrazo de un
hombre.
Las
tejas elaboradas en el tejar se
secaban en la era alta, es decir
la era del matorral, cercana al lugar de producción, hoy dicho espacio está
ocupado por las instalaciones del tanatorio.
OLLERÍA
La
Ollería estaba situada en la Huerta del
Monasterio, tal como recoge el grabado de Antón Van Den Wyngaerde /Antonio de
las Viñas) de 1567, que reseña con el número 6, conocida hoy como la de los
almendros, junto a la calle cantera y tenía su propio horno, en el que se
cocían las piezas vidriadas, como las propias ollas, posiblemente los atanores
de la cañería, así como otros utensilios manufacturados de la propia loza de la casa.
A su
cargo solía estar un maestro, un oficial
y un aprendiz. En 1752, según se anota en el Catastro de Enseñada el Monasterio tenía asalariados 11 maestros
de alarife, 6 peones y un repiero de alarife, lo que demuestra la gran
actividad que todavía ejercía el gremio en el siglo XVIII.
Los
caños fue otro elemento importante de la construcción guadalupense, fabricados
en la Ollería, también con arcilla. Utilizados para la conducción del agua,
aunque en este caso se empleaba el torno alfarero con forma troncocónica y
machihembrado, que para mayor resistencia se
vidriaban mediante la técnica de vidriado a la galena.
Hay
constancia que existía una mina de galena en la Casa de Navalconejo, propiedad
en su día también del Monasterio.
LA
CRUZ DE LOS BARREROS
La cruz, representa por una parte, la fe , la redención y la victoria sobre la
muerte, mientras que el barro, simboliza la fragilidad humana, la creación , la
humanidad y la conexión con la tierra.
Por tanto, la combinación de ambas realidades, nos
hablan de la humanidad creada a partir del barro y
redimida por la cruz, o de la naturaleza temporal y material del ser humano en
contraste con la eternidad de la fe.
La cruz de los barreros está
asociada como hemos visto a un gremio, que por su localización bien hubiera
podido formar parte de ese colectivo de
los barreros o alfareros, tal como se enmarca bajo el soportal con hermosos
postes ochavados, levantados con cal y ladrillos aplantillados visto.
La cruz rectangular está realizada en madera de
castaño, otros de los elementos característicos de la arquitectura popular
guadalupense. Mantiene su propia simetría con su línea vertical, llamada palo o
árbol (mide 125 cms), mientras que su línea horizontal o travesaño (mide 71 cms).
En sus respectivos brazos lleva
incrustados dos clavos de buena forja de las antiguas herrerías guadalupenses,
igual que el que aparece en su propio pie en representación de los tres clavos
de Cristo utilizados en su crucifixión.
El significado de dichos clavos es el
siguiente: el clavo del brazo derecho significa que estamos libres de
culpabilidad; el brazo izquierdo significa la cancelación de todos los
argumentos de Satanás y el del pie, significa la victoria sobre la opresión con
la que pagó Cristo nuestra redención. Puede que en su cúspide, en su día,
llevara la corona de espina, símbolo del martirio que Cristo sufrió
LEYENDA
La espiritualidad y la fe
vivida en esta Puebla y
Villa, desde el momento de la aparición de la Virgen de Guadalupe a un pastor
ha potenciado la aparición de relatos literarios asociados a determinados
hechos o lugares, ofreciendo en este aspecto Guadalupe una rica y variada
fronda de leyendas y tradiciones guadalupenses.
Así sucedió con la Cruz de los Barreros, que según cuenta la
tradición oral una de las familias que vivió en dicha casa procedió en su día a
descolgar la cruz de su enclave propio, quizás al enjalbegar de nuevo la fachada de cal o al
pensar que aquel símbolo era solo un trozo de madera y para la familia en cuestión no representaba
nada más, por lo que su propietario decidió ocultar la cruz en la cuadra de la
casa.
Al poco tiempo de quitar la Cruz, la familia y el
vecindario, comprobaron que en dicha casa comenzaron a ocurrir una
serie de sucesos extraños, como la muerte de una de las acémilas que tenía la
familia.
También uno de los componentes de esa familia comenzó a sentirse mal, viendo cómo según iba pasando el tiempo dicha familia iba
entrando en desgracia por lo que sintieron el temor de Dios, como don del
Espíritu Santo, es decir una reverencia profunda y respeto a la Cruz, que de
nuevo volvió a colgarse en su primitivo lugar de la Barrera del Tejar, la
fachada de dicha casa.
Sus inquilinos comprendieron así la inmensidad de Dios y
nuestra propia pequeñez, como esa materia que es el barro, lo que les hizo ver
su humildad y a la dependencia de Él.
De esta forma, la Cruz de los Barreros volvió a lucir sobre
ese paño blanco o sudario de la propia cal
como símbolo de la redención humana para testimoniar la infinita
misericordia de Dios hacia sus hijos.
BIBLIOGRAFÍA:
ANÓNIMO. Libro de los oficios del Monasterio de
Nuestra Señora de Guadalupe. Tomo I. Badajoz, 2007.
[HORCHE, Fray Esteban OSH], Instrvccion de vn passagero para no errrar
el camino. Madrid, 1697.
CATASTRO DE ENSENADA, Guadalupe 1752. Según las Respuestas Generales del Catastro de Ensenada. Introd.
Enrique LLOPIS. Madrid, 1991.
ÁMEZ PRIETO, Hipólito. El Arca del Agua. La gran obra hidráulica
realizada por el Santuario-Monasterio de Guadalupe. Sevilla, 2015.
ALBA CALZADO, Miguel. “El sistema gremial y su
persistencia en la alfarería tradicional extremeña” en XXII Coloquios Históricos de Extremadura. Trujillo, 1993.
http://chdetrujillo.com/tag/miguel-alba-calzado.
BLANCO
CARRASCO, José Pablo, “El Monasterio de Guadalupe y su Puebla a mediados del
siglo XVIII. Estructura de la propiedad y control socioeconómico”, en Guadalupe y la Orden Jerónima, Una empresa
innovadora. Actas del congreso. Badajoz, 2008.
A.M.G.
Códices 115 y 116. Libro de los caños del agua. Siglo XVIII.
[1] En una
nota al margen se dice: “Comiençan a cavar el barro a XV de octubre o en
acabando las vendimias e a traherlo al
tejar ante que entre el invierno, si se pudiere.
[2] Según se
recoge en los códices 115 y 116: Libro de
caños de agua de este Monasterio de Santa María de Guadalupe, aunque el Catastro de Ensenada los sitúa junto al
Bailadero.
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