LUCE TU PUEBLO HISPANIARUM REGINA

REINA DE LAS ESPAÑAS
Nadie mejor que Ella ha hecho brillar su Puebla y Villla, como Alcaldesa Perpetua, como Patrona de Extremadura, como Reina de las Españas, convirtiendo, en primer lugar, su pequeña iglesia en Santuario Nacional desde 1340, bajo el patronato Real de su fundador, Alfonxo XI, que con la llegada de la españolísima Orden de San Jerónimo, el 15 de agosto de 1389 fue alzado en monasterio. Paraíso de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, en cuya sala capitular firmaron el 20 de junio de 1492 las sobrecartas reales, urgiendo a Palos y Moguer dispusieran a Cristóbal Colón los medios necesarios para el pronto descubrimiento de las nuevas tierras.

Como pueblo peregrino sus hospitales ejercieron y practicaron la medicina, creando  su propia escuela, donde el estudio y la disertación del cuerpo humano contribuyeron al avance de la humanidad, durante varios siglos. Aquí se llevo a cabo la primera autopsia.

De esta forma su Puebla y Villa se desarrolló como pórtico que la circunda y embellece con sus rincones, soportales y balconadas, sus escudos nobiliarios, sus arcos y murallas, donde los chorros y las fuentes alegran las plazuelas con el refrescante liquido que desde el siglo XV sacia la sed de los peregrinos, cuya conducción y recogida en el Arca del Agua ha merecido recientemente ser declarada bien de Interés Cultural, antes tanto su Monasterio como su Puebla fueron reconocidos como Monumento Histórico Nacional.

Esos 15.000 metros cuadrados de fortaleza, con sus doce torres  arábigas cuadrangulares, sus prolongados cubos cilíndricos de estilo europeo, en cuyos vanos se abren hermosos arcos ojivales con las hiladas de ladrillos mudéjares que nos permiten apreciar este valioso diamante, en cuyas caras poliédricas podemos apreciar las formas hieráticas del románico; la elevación espiritual del estilo gótico, caracterizado por el empleo del arco apuntado, que se transforma en conopial, escarzano y mistilíneo con decoración de calados y adornos asimétricos, que aquí se fusionó con esas formas almohades y nazaríes consiguiendo esas expresiones tan delicadas del arte mudéjar como es el claustro de los Milagros, templete y fachada; la vuelta a los cánones clásicos también encuentra enclave en el ochavo del  Relicario o Capilla de San José y en la sin par reina de las Sacristías de España, en la que el pincel de Francisco de Zurbarán deja el mejor decálogo de vida monástica; la abundancia de ornamentación, el  predominio de la línea curva de la arquitectura barroca también halló cobijo en el Camarín de Nuestra Señora, con esa profusión de volutas, roleos, simbolismo y ornato, cuyo efecto deslumbrador no oscurece la presencia de María sino más bien la ensalza, como hizo la propia UNESCO en 1993, cuando declaró al Real Monasterio Patrimonio de la Humanidad.

Patrimonio que por otra parte, se hace presente en su Real Basílica, cuyo retablo fue inaugurado por Felipe III, con esculturas de Giraldo de Merlo y pinturas de Eugenio Caxes y Vicente Carducho; en sus Museos de Bordados (inaugurado por Alfonso XIII) y Miniados, cuyas colecciones son únicas dentro de las artes suntuarias de la Iglesia; en su impresionante verja que recorre las tres naves del templo basilical; en sus mausoleos: Enrique IV de Castilla y María de Aragón, Don Juan Serrano y Fr. Gonzalo de Illescas, Familia Velasco y María Guadalupe Lancaster; en el  Coro, con su sillería de Alejandro Carnicero, su facistol, su órganos barrocos y sus realejos, donde sobresalen las pinturas murales de Juan de Flandes con sus ángeles músicos.

Pero este enclave excepcional no luciría de esta forma si el espejo en el cual se refleja no brillara por igual  con esos cerros y montañas que le circundan, tan amenos y vistosos, “pues fuera de las frutas variadas , y altos árboles, que juntando unos con otros las ramas, y dándose abraços amorosos, parece se combinan  con sus frutos, ay algunos tan  sobervios, y pujantes, que es cosa maravillosa su alteza a la vista, de mucha defensa a los caminantes su sombra, y a los poderosos edificios muy acomodada su grandeza. Aquí se hallan los olorosos membrillos, los duraznos, los granados, las higueras, los perales y las copiosas olivas…Grandes castaños, altos cipreses, fuertes encinas, crecidos robles, gruesos loros, verdes alisios y altísimos álamos, donde trepando las parras lo hermosean con su frutos, y frescas hojas y ellos las sustentan con su firmeza…” (Gabriel de Talavera, 1597), reconocido por la Asamblea General de la Unesco como Geoparque Villuercas Ibores Jara.
Con esta tarjeta de presentación Felipe II mando en el siglo XVI que Guadalupe estuviera por derecho propio entre Las Ciudades del Siglo de Oro, cuyas vistas españolas pintó Anton van den Wyngaerde y que hoy Ferrero Rocher ha querido iluminar como el pueblo más bonito y bueno de España, lo que nos llena de orgullo sano a todos los guadalupenses, que desde hoy queremos compartir con los millones de personas que todos los días invocan este bendito nombre de Guadalupe en todo el mundo, invitándoles a que peregrinen hasta este monte santo como durante siete siglos lo han hecho: reyes, papas y santos.

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